Caracas en la hora de los pueblos, por Mario Sanoja Obediente

¿Hacia dónde va la sociedad caraqueña?, ¿hacia dónde va la sociedad venezolana?  Estamos en un punto de quiebre de la humanidad toda y particularmente de los pueblos de América Latina. Hay una teoría económica, el neoliberalismo, que ha creado un modelo de sociedad desigual donde la riqueza se concentra en el sector más minoritario, el 1% de la población que considera que el sector popular mayoritario, independientemente de su posición política, de su ideología, está integrado por seres cuya existencia es prescindible, desechable.

 

Tratar de escribir sobre la formación urbana de Caracas es una empresa complicada. Su tiempo histórico actual es expresión de los cambios de su cultura, de su modo de vivir, es la manifestación de diversas subjetividades y estilos de vida y de ocupación territorial que -con el transcurso de los años- han llegado a constituir formas sociales cultural y políticamente antagónicas que todavía no logran encontrar formas de convivir, proceso que se ha agravado por la incapacidad de la derecha venezolana para entender propiciar un proceso de dialogo constructivo entre las comunidades del este de Caracas, municipios Chacao, Baruta y Petare con las del oeste agrupadas en el municipio Libertador.

Caracas es un valle alto, ubicado entre 900 y 1200 m. de altura snm, dominado por dos serranías. EL Guaraira Repano, con picos como el Naiguatá que alcanzan hasta 3000 m. de altitud snm, cuya vertiente norte desciende abruptamente hasta el mar dando origen a un estrecho litoral de acantilados. La escarpa norte del valle sur está dominada por una amplia terraza fluvial -la terraza superior del río Guaire, con una marcada pendiente que desciende desde las cotas + 1200-1095 hasta la terraza inferior del mismo río, cotas + 912-903, terraza inferior del Guaire. La parte central de esta terraza, donde se fundó Caracas, estaba surcada por profundas hondonadas y torrenteras que bajaban del Waraira Repano, las cuales ocasionaron una gran acumulación de sedimentos en el fondo del valle. Las excavaciones practicadas para construir en Centro Lido en Chacao, dejaron al descubierto esta antigua capa de sedimentos arenosos de más de 20 m. de espesor.

La escogencia de del lugar para fundar la ciudad se debió a consideraciones estratégicas, ya que desde el promontorio delimitado hoy día por las actuales esquinas de Santa Capilla, Veroes, Catedral y Principal era posible entonces tener una visual de casi 360° del las tierras circundantes, además de contar con una fuente para aprovisionarse de agua, la quebrada Catuchecuao que corría por las actuales esquinas de Jesuitas, Veroes y Catedral hasta caer en el Guaire. Por esa ventaja estratégica, Losada desechó hacer la fundación en las sabanas que se hallaban hacia el oeste (hoy Catia) o hacia el este (hoy Sabana Grande, Chacao y Petare), territorios sujetos para entonces al control de diversas etnias caribes caracas. Imágenes fotográficas del centro de Caracas mostradas en el Diario de Sir Ker Porter, cónsul de Inglaterra en Caracas hacia mediados del siglo XIX, muestran una vista de la catedral erguida sobre una meseta en pendiente rodeada de profundos canjilones que se prolongaba hasta lo que es hoy Plaza Carabobo, Parque Central y El Conde. Este relieve desigual comenzó a ser modificado a partir de la era guzmancista, largo proceso que se intensificó bajo el gobierno de Marcos Pérez Jiménez

La sección occidental de la fachada norteña del valle, la actual parroquia de Catia presentaba, por el contrario, una extensa formación en pendiente de sabanas y cujizales que se extiende desde los contrafuertes del Waraira Repano hasta el cauce del río Caroata. Desde Catia, los caminos abiertos por los indígenas caraqueños permitían bajar al litoral guaireño, hoy Estado Vargas, que es como una extensión cultural y humana del oeste de Caracas.

En la sección oriental del valle, ya para los siglos XVII y XVIII, una vez pacificadas las etnias caribes, los terratenientes caraqueños se apoderaron de los suelos agrícolas que habían sido cultivados durante milenios por los indígenas caraqueños. Así surgen en las tierras planas de lo que hoy denominamos Los Caobos, Sabana Grande, Chacao, Bello Monte, Petare, Avenida Victoria, Paseo de los Ilustres, la autopista del Valle, la extensa planicie que lleva hacia Prados del Este irrigada por la quebrada Baruta, extensas plantaciones de café y caña de azúcar. La región montañosa de Baruta, asiento de una etnia caribe, se desarrolló como una área de producción agrícola dominada, hasta algunas décadas atrás, por la horticultura y el cultivo de cítricos.

Todos esos espacios privilegiados, siglos más tarde, serían convertidos por la inversión privada en urbanizaciones para la naciente clase media, negando así a los futuros inmigrantes campesinos del siglo XX, el acceso a dichas tierras privilegiadas, confinándolos a sobrevivir en la pendiente de los cerros o en los cauces de las quebradas .

 

El entorno caraqueño contemporáneo

 

En la Caracas de los años 40 del pasado siglo, la mayoría de la gente se desplazaba a pie por la ciudad; si la distancia era muy larga, se tomaba el tranvía o el autobús. Aquellas caminatas permitían apreciar y salvar los profundos desniveles que todavía existían en el bloque central del valle (La Pastora, San José y Altagracia) que marcaban el curso de las antiguas quebradas: la profunda cañada que separaba la esquina de Portillo de la meseta donde se halla localizado el Cuartel San Carlos, las agudas pendientes como la Bajada de Los Amadores, la Bajada de Pineda y la famosa Bajada de Los Perros que separaban el flanco oriental de aquellas parroquias de la meseta en pendiente donde se halla el centro histórico de Caracas.

En 1948, la cancha deportiva de mi liceo, el Fermín Toro, lindaba con el profundo zanjón que marcaba el curso de la quebrada Quitacalzón, la cual cruzaba por el espacio de la actual Plaza de El Silencio para desembocar en el río Caroata a nivel de la hoy plaza Miranda. De allí, ese río bajaba por la esquina de Maderero irrigando las antiguas vegas que se hallaban en la margen derecha del río Guaire donde hoy día se levanta el mercado de Quinta Crespo.

El oeste de Caracas estuvo dominado hasta mediados del siglo XX por una formación de sabanas y suelos y planos que formaban parte de la cuenca del Caroata, la cual se ampliaba hacia lo que hoy día se denomina Los Magallanes. Allí en mi niñez, íbamos los niños “pastoreños” a jugar “caimaneras” de beisbol con los niños “catieros”. En esa zona de Catia existían lagunas tal como la que sobrevivió hasta recientemente en el espacio ocupado hoy día por la actual Plaza de Catia, así como otras más pequeñas localizadas en las sabanas de Los Magallanes, en cuyas aguas lodosas nos bañabamos al finalizar la “caimanera”.

Si el antiguo centro de Caracas tenía un relieve desigual, el este de Caracas, a semejanza de la zona oeste, era relativamente plana, de sabanas y vegas. Una de las zonas características era Chacao, famosa en mi niñez por los mangos que se daban en extensas arboledas que sobrevivieron hasta el auge del proceso de urbanización, el cual tuvo su zenit a mediados del siglo pasado.

La primera propuesta seria de crear una nueva versión de Caracas en el este surgió con el Plan Rotival en 1939, con base al cual se planificó la actual Plaza Altamira como el punto nodal de un nuevo centro urbano. Dicho centro oriental estaría vinculado con el centro histórico de Caracas por una vía rápida, la actual autopista Francisco Fajardo que comenzó a ser construida a inicios del gobierno de Marcos Pérez Jiméne

El nuevo urbanismo, Altamira, se comunicaba también con la vieja Caracas, mediante la antigua carretera que comenzaba en Los Caobos, atravesaba los pueblos de Sabana Grande y Chacao y continuaba hacia el este a través de antiguos pueblos o villas como Los Chorros, los Dos Caminos y Boleíta, sobre el piedemonte del Waraira Repano, utilizados por los caraqueños pudientes de entonces como zonas para temperar y vacacionar.

Testimonio de aquella calidad urbana, son las casonas señoriales y silenciosas que existen todavía en Los Chorros y sus estrechas y tortuosas calles que son reminiscencia de los antiguos senderos de tierra que permitían el desplazamiento de los peatones, las carretas y los coches tirados por caballos y luego de los automóviles. De allí la carretera continuaba hasta el pueblo de Petare que conservaba, hasta mediados del siglo XX, su condición de poblado comercial vinculado con las zonas agropecuarias de Santa Lucía y otras poblaciones mirandinas de los valles del Tuy.

Si analizamos el poblamiento del este de Caracas veremos que las primeras migraciones sustanciales de habitantes de las parroquias tradicionales de clase media y media alta caraqueñas fueron hacia Sabana Grande, La Florida, Bello Campo y la Castellana. La ideología cultural de esta población se refleja en el estilo arquitectónico de las viviendas o quintas. Posiblemente, las más antiguas fueron construidas con un estilo de fachada vasca muy característico; las más recientes con un estilo arquitectónico más utilitario e impersonal.

Un comentario merece también el desplazamiento hacia el este de Caracas de la alta burguesía caraqueña, todavía vinculada a la vieja economía terrateniente, comercial y usurera, que habitaba los palacetes de estilo afrancesado del sector El Paraíso, enclave colindante con las parroquias San Juan y El Valle. Personalmente pude conocer a descendientes de esas familias burguesas que rehicieron no solo sus palacetes solariegos en el Country Club, Bello Campo, La Castellana y Los Guayabitos, sino que definieron territorialmente un nuevo estilo de vida burgués marcado por una poderosa acumulación de riqueza, vinculada a la economía transnacional que se convirtió silenciosamente en la dueña de nuestro país.

La condición geográfica de alejamiento de Chacao del viejo centro histórico caraqueño sirvió para estimular la autoconciencia de clase, predominantemente clasemediera tradicional, de la mayoría de la población que fue a vivir en el noreste; este hecho se potenció con la concentración en dicha región de nuevos inmigrantes europeos, particularmente italianos, portugueses y españoles que arribaron a Venezuela hacia mediados del siglo pasado. La llegada de esta nueva población pequeño burguesa se expresó con un estilo de vida totalmente diferente al caraqueño tradicional, pues su fuerte autoconciencia de clase se unió a un virulento racismo y al fascismo traído de Europa por los inmigrantes que allá habían sido clase popular o pequeña burguesía.

El desarrollo urbano impulsado por aquella población heterogénea, asume las líneas de un estilo de vida que en lo que a arquitectura se refiere replica o intentaba replicar el de las modernas urbes de Italia. Ello se acompaña de una proliferación de cines y pequeños comercios: abarrotes, carnicerías, pescaderías, ventas de ropa de vestir, zapaterías, cafés, pizzerías, restaurantes y terrazas al aire libre e infinidad de otros negocios que ocupaban la planta baja de los edificios, creando un ambiente muy europeo, muy individualista, totalmente opuesto a la forma comunitaria que había caracterizado hasta entonces a la sociedad tradicional caraqueña.

La mentalidad política de aquella población que comienza a crecer en estos nuevos espacios urbanos del noreste de Caracas, comenzó a derivar hacia una actitud individualista pequeño burguesa, con un fuerte componente de identidad cultural barrial. Es por esta razón que a partir de los años sesenta del siglo pasado, el este de Caracas se convierte en una suerte de paradigma de la modernidad. La gran mayoría de las empresas privadas, de la banca, de las embajadas y consulados, de las instituciones políticas o culturales del Estado comenzaron a abrir sus oficinas en esta zona oriental del valle de Caracas.

Mientras que en el suroeste, El Cementerio y Prado de María crecía desde imediados del siglo pasado una población de clase media popular, en el sureste: Baruta, La Trinidad, Prados del Este, La Boyera etc., se asentaba una población clasemediera donde destacaban líderes políticos y militantes de los partidos Acción Democrática y Copei, incluso presidentes como Carlos Andrés Pérez. llegaron a poseer lujosas viviendas en Prados del Este o en La Lagunita o a copar urbanizaciones enteras como Santa Paula, San Luis, Santa Marta, etc. y otras como El Cafetal, que pasó a ser denominada en la picaresca popular como “El Adecal”. La mayoría de las antiguas y nobles clínica privadas que atendían a la clase media tradicional caraqueña, como la Razzeti, desaparecieron. La medicina privatizada emergió en el este y el sureste de Caracas bajo la forma de grandes centros clínicos que eran considerados como el paradigma de la modernidad médica.

Podemos decir que el este, el sureste y el “este del este” se transformaron en un bastión del capitalismo transnacional; la subjetividad de su población estaba y sigue estando muy influida y determinada por las políticas culturales intervencionistas de Estados Unidos y la Unión Europea, por lo cual buena parte de la misma, intoxicada también por la guerra mediática, perdió de cierta manera, muchos elementos básicos de su identidad nacional.

Pero, al mismo tiempo que lo anterior ocurría en las tierras planas del este de Caracas y las montañosos del sureste, había una enorme población de clase popular que no tenía, ni sigue teniendo, espacio para vivir ni compartir el estilo de vida burgués de la sociedad clase media-clase media alta del este y sureste. Las laderas y los valles de la formación montañosa que rodea la planicie caraqueña por su flanco oriental oriental fueron tomados por una masa heterogénea de inmigrantes campesinos venezolanos que entró en simbiosis con una masa de inmigrantes campesinos colombianos aventados de su tierra de origen por la violencia de la guerra civil que azotaba a Colombia desde mediados del siglo pasado.

En la actualidad, esta población popular, como es el caso de los barrios de Petare, convive de manera simbiótica con la sociedad clasemediera y burguesa del este de Caracas, alienada en gran parte con una falsa esperanza de incluirse en ella. Por esa razón, la sociedad popular de Petare elige como su alcalde a un político de derecha afiliado al partido de derecha Primero Justicia: !las víctimas que agradecen a sus verdugos!

Contrariamente a lo anterior, la zona central donde se originó el poblamiento caraqueño y se convirtió en el territorio ocupado por la antigua burguesía caraqueña, comenzó a vaciarse de población. Muchas de la antiguas edificaciones se convirtieron en depósitos de mercancía, y las viejas casas de La Pastora y San José se transformaron en pensiones donde malviven sobre todo inmigrantes indocumentados con pocos medios de vida. Sin embargo, urbanismos como El Silencio, construido en la década de los cuarenta del siglo pasado y el complejo Parque Central, décadas finales del mismo siglo, lograron atraer y estabilizar segmentos importantes de la antigua clase media caraqueña, diferente a la que se estaba gestando en el este y sureste de Caracas.

La construcción del Centro Simón Bolívar creó un nodo de poder burocrático y comercial que de cierta manera mantuvo el estatus del Estado venezolano fuera de la influencia extranjerizante y alienada de la sociedad del este y sureste de Caracas. A diferencia del este y el sureste de Caracas, la atención médica de la población del oeste de Caracas se efectuaba en hospitales y centros de salud públicos y, ahora, a través de los centros asistenciales de la Misión Barrio Adentro.

La zona oeste de Caracas, asiento de una sociedad que vivía de manera marginal a la vida urbana caraqueña, comenzó a recibir desde mediados del siglo pasado el impacto de las migraciones campesinas que se desataron por la profunda crisis social que comenzó a bullir desde 1955, 1956 y se desbordó con la caída del dictador Pérez Jiménez. La construcción de nuevos y masivos urbanismos como el 23 de Enero y Casalta comenzaron a aglutinar una importante masa de población con una identidad cultural que, a diferencia de la de la del este de Caracas, estaba más centrada en los valores tradicionales de la sociedad venezolana.

Así como en el este y en el “este del este” surgieron novimientos fascistoides con un modo de vida extranjerizante, en el oeste, en Catia, para ser más precisos, comenzaron a surgir movimientos culturales y políticos inspirados en la izquierda radical: el Partido Comunista, ka Causa R, Tupamaros colectivos como La Piedrita, Alexis Vive, entre muchos otros y ahora el Partido Socialista Unido de Venezuela. Estos movimientos progresistas y radicales abrieron la vía hacia las nuevas formas de organización social cimentadas en el protagonismo del Poder Popular, expresado en los consejos comunales y las comunas urbanas y periurbanas, la agricultura urbana y la acción transformadora de las diversas misiones sociales, que han contribuido a elevar y forjar la conciencia política revolucionaria en grandes sectores de la sociedad catiera.

Misiones como Barrio Nuevo, Barrio Tricolor están contribuyendo hoy día a mejorar la base material del estilo de vida barrial popular y a fortalecer su identidad cultural abarcando lo regional, fundamentalmente la conciencia de clase de dicha población dentro la ideología del socialismo chavista. No es casual que así como Chacao y Chacaíto se han convertido hoy día en el foco central de la violencia fascistoide, las grandes avenidas del oeste de Caracas: la avenida Bolívar, la avenida Urdaneta, la avenida Baralt, la plaza de El Silencio, la explanada de Miraflores, la avenida principal de Catia y Los Magallanes, la Plaza Caracas, y parroquias del suroeste como Coche y El Valle, bajo el liderazgo de un alcalde humanista y socialista se han convertido en una red nodal de alegría que rodea la Plaza Bolívar, recuperada por el chavismo como espacio insignia, social e históricamente hablando, de la Revolución Bolivariana.

Después de haber escrito esta nota, sumergidos como estamos en la presente coyuntura de crisis histórica, nos asalta la pregunta ¿hacia dónde va la sociedad caraqueña?, ¿hacia dónde va la sociedad venezolana? La respuesta a esta interrogante no la podemos hallar solamente en el acontecer histórico caraqueño ni siquiera en el venezolano.

Estamos en un punto de quiebre de la humanidad toda y particularmente de los pueblos de América Latina. Hay una teoría económica, el neoliberalismo, que ha creado un modelo de sociedad desigual donde la riqueza se concentra en el sector más minoritario, el 1% ded la población que considera que el sector popular mayoritario, independientemente de su posición política, de su ideología, está integrado por seres cuya existencia es prescindible, desechable.

El neoliberalismo no le ha traído a la humanidad sino miseria, violencia, muerte y destrucción. Sin embargo, en América Latina, e incluso en Europa, después del surgimiento de Hugo Chávez, ha comenzado a consolidarse un nuevo tiempo histórico donde los valores sociales dominantes son la justicia social y la solidaridad.

Si miramos en nuestro derredor, veremos que ese proceso avanza casi de manera inexorable en sociedades como la argentina, la brasileña, la colombiana, la mexicana, la venezolana, entre otras. La visión neoliberal de la sociedad, los hechos lo demuestran, es ya un tiempo que está pasando, que no podría regresar ni que trate de imponerse, como estamos viendo en América Latina y en Venezuela en particular, mediante dictaduras políticas duras o blandas promovidas por la clase burguesa, por el capitalismo y por el imperio.

Estamos en la hora de los pueblos, lo que han llamado otros pensadores, la “hora de los hornos”, la hora de construir y realizar una sociedad nueva. El caso que hemos tratado de explicar, la dicotomía histórica, cultural e ideológica que existe actualmente entre las poblaciones del este-sureste y el oeste de Caracas, ilustra perfectamente por qué las antiguas ideas fascistoides de la derecha venezolana que proclaman la violencia, el fuego, la muerte y la destrucción como una finalidad política no tienen cabida en el nuevo tiempo histórico revolucionario caraqueño y venezolano.

Los cambios históricos, sociales y culturales ocurridos en el corto espacio de 17 años nos muestran que es muy difícil, por no decir imposible, que se revierta el tiempo histórico revolucionario. La población del oeste de Caracas, al igual que la de la mayoría del país se ha transformado de una masa en un sociedad mayormente organizada, transformada en sus valores y en su conciencia histórica, en suma en su cultura.

La calidad histórica del este-sureste no cabe en la calidad, en el tiempo histórico del oeste de Caracas y de la mayor parte del país. Si pudiéramos ampliar nuestro horizonte regional al ámbito nacional venezolano podríamos razonar dialécticamente que de la oposición de ambos contrarios tiene que surgir una nueva realidad, una nueva cualidad y ello solo será posible a través del diálogo entre el pueblo mismo, no entre las cúpulas partidistas; la nueva realidad no surgirá de la violencia irracional sino a través del diálogo donde todos los aprticipantes sean considerados como pares, como iguales.

Para que el dialogo pueda ser capaz de construir aquella nueva realidad, aquel debe ser concertado en una Asamblea Nacional Constituyente, tendiendo puentes entre los venezolanos y venezolanas, como lo ha rogado el Papa Francisco, para que finalmente el pueblo venezolano mismo se convierta en su propia vanguardia revolucionaria.

 

Mario Sanoja Obediente es Profesor Titular Jubilado. UCV. Profesor de la Escuela Venezolana de Planificación. Premio Nacional de Cultura mención Humanidades.

Fuente: Investig’Action

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