¿Es la crisis económica de Venezuela la prueba del fracaso de la revolución bolivariana? En Los siete pecados de Hugo Chávez, Michel Collon analizó el desafío que se plantea : reequilibrar una economía basada en la renta del petróleo y que dispone de unos escasos sectores agrícola e industrial. Contrariamente a las ideas preconcebidas, Chávez no solo distribuyó el dinero del petróleo a los pobres a través de programas sociales. El ex presidente se dispuso a sentar las bases necesarias para el desarrollo de una verdadera economía nacional. Un proceso aún en progreso, pero cuyo camino está lleno de escollos. Mejor que las notas de las agencias de noticias basadas en los medios de la oposición, este fragmento de Los siete pecados de Hugo Chávez les ayudará a comprender lo que está en juego en Venezuela.
Una economía bloqueada y poco productiva
Tal es la situación de diversas clases sociales de Venezuela. Una burguesía nacional aplastada y atrofiada, un campesinado desalojado del campo, un proletariado expulsado de las fábricas y un sector informal hipertrofiado e improductivo. Todas las clases se ven afectadas por las consecuencias de la dependencia extranjera.
¿Cuál es el quid de la cuestión? Le pregunté a José Rivas, director del Banco Central de Venezuela, cuál era, en su opinión, la causa fundamental de los problemas actuales de la economía venezolana. Me respondió sin vacilar que “[…] sigue siendo el carácter rentista, no productivo, de la economía del país. Nuestra burguesía ha vivido siempre ganando lo suficiente sin preocuparse de que la gente no tuviera con qué comprar”.
¿El petróleo es pues una ‘maldición’? “No, la verdadera cuestión es qué se hace con los beneficios que comporta, con la denominada renta petrolera. Si va a parar a cuentas bancarias en el extranjero por ‘las venas abiertas de América Latina’, según la expresión de Eduardo Galeano, bloquea el desarrollo del país. La distribución de la renta petrolera ha favorecido la concentración del capital y de los beneficios. Como resultado, el consumo dependía sobre todo de ingresos altos. Aunque haya permitido el desarrollo incipiente de alguna industria, y aunque, a veces, a los trabajadores les haya tocado una pequeña porción, en general el dinero del petróleo no ha sido bien utilizado. Además, el desarrollo del país ha sido muy desigual al no haberse creado industria alguna en un Sur abandonado”.
Chávez ha heredado, pues, una economía totalmente desequilibrada. Por un lado, la preponderancia no sólo del petróleo, sino también de los servicios: comercio, finanzas, especulación inmobiliaria. Por otro, el raquitismo de la industria y la agricultura. No es que la gente no quiera trabajar, como se oye a veces. No, a las cinco de la mañana, se ve multitud de gente que desciende desde los barrios de Caracas. No se quedan en la cama; van a trabajar. La pregunta es: ¿qué trabajos se les ofrece? Se limita al comercio, la construcción, algunas pequeñas industrias… No existe un tejido económico válido.
Hacer un diagnóstico correcto
Hacer el diagnóstico correcto es vital para cualquier alternativa en Latinoamérica: es la dependencia la que deriva al Norte la plusvalía generada en estos países y la que impide que ésta sirva a su desarrollo.
Identificar la verdadera causa de la pobreza es esencial, como indica el sociólogo James Petras: “El retroceso en el nivel de vida y el empobrecimiento masivo son, a la vez, causa y consecuencia de que la riqueza y el capital se concentren y se centralicen en manos de unos pocos bancos extranjeros y nacionales. Las desigualdades han alcanzado niveles sin precedentes mientras que el capital y los productos del exterior dominan los mercados y las economía locales” 1.
La élite latinoamericana ha provocado el desempleo masivo decidiendo especializarse en la exportación de productos agrícolas y minerales al servicio de países imperialistas. En sus innumerables estudios e informes sobre la pobreza, el Banco Mundial jamás señala que han sido las grandes potencias, las multinacionales y el propio Banco Mundial quienes han causado el empobrecimiento.
Al Banco Mundial —al igual que a todos los organismos internacionales más importantes, y a los principales medios de comunicación— le gusta hablar de los pobres sin explicar porqué lo son. Sin establecer el nexo que existe con los ricos. Como si ambas realidades se dieran por separado; como si la fortuna de los unos no procediese de la explotación y la miseria de los otros.
Debido a esta dependencia de las multinacionales, todos los regímenes que precedieron a Chávez fueron incapaces de desarrollar en Venezuela una economía moderna, equilibrada y capaz de satisfacer las necesidades de la población. Pero, ¿existe un remedio para salir del impasse?
¿La solución? Un desarrollo ‘endógeno’
Después del golpe de Estado de enero de 2003, Hugo Chávez hizo un solemne llamamiento a todos los sectores del país: “Independientemente de nuestra ideología, independientemente de nuestros conceptos políticos y filosóficos, todos tenemos un objetivo común: hacer que el país y la economía progresen para el desarrollo. Para crear empleo, es necesario reactivar la economía en su conjunto: las pequeñas, medianas y grandes empresas, la agroindustria y la agricultura. Lanzo este llamamiento a empresarios y trabajadores: trabajemos juntos por el futuro del país. Venezuela no debe contentarse con exportar petróleo. Debe convertirse igualmente en un país industrializado, un país agrícola y un país turístico. Y en todo ello, la industria debe desempeñar un papel fundamental” 2.
¿Cómo desarrollar el país? Creando una economía que escape a la dependencia de las multinacionales: “Por encima de todo, producir para el mercado nacional, a fin de satisfacer las necesidades internas del país. Exportar no es una prioridad para nuestro país”. Esto es lo que Chávez llama desarrollo ‘endógeno’: “Ser capaces de producir por nosotros mismos las semillas que necesitamos para cultivar, los alimentos que comemos, la ropa que llevamos, los productos y servicios que necesitamos. Debemos romper los grilletes de la dependencia económica, cultural y tecnológica” 3.
‘Endógeno’ significa, según el diccionario Le Petit Robert: “Lo que nace del interior de un cuerpo, de un organismo”. La idea es que la salud no vendrá de las exportaciones sino del crecimiento interno. La idea consiste en desarrollar la industria y la producción nacional de alimentos y aumentar la colaboración con otros países latinoamericanos (que en realidad son parte del mismo ‘cuerpo’ en la visión de Chávez). El objetivo es reducir significativamente la dependencia de la inversión y de las importaciones procedentes de Estados Unidos. La prioridad es apoyar las iniciativas locales. Por ejemplo, el decreto presidencial 3.898 obliga a todas las industrias de base —públicas o privadas— a suministrar en primer lugar a las empresas de transformación nacionales y a exportar únicamente los excedentes.
Una economía mixta en la que coexisten diversas formas de propiedad
Para desarrollar la producción nacional tienen que darse dos condiciones indispensables: 1) Una fuerte intervención del Estado que ponga remedio a las debilidades de la economía, y defenderla de las multinacionales que no vean con buenos ojos a este país que se les escapa. 2) Una economía mixta que combine distintas formas de propiedad.
“La revolución no es destruir la propiedad privada”, sostiene Chávez. Al contrario, debemos estimularla y apoyarla para desarrollar el país junto con el sector público”. Dado el atraso y la debilidad de la economía venezolana, es imperativo movilizar y apoyar todas las formas de propiedad y de organización económica que puedan ser útiles. La economía venezolana será, por tanto, y por mucho tiempo, mixta: un sector privado, un sector público y un sector cooperativo. Los tres. Se trata de liberar la iniciativa y la creatividad de las clases populares manteniendo al mismo tiempo las formas de propiedad capitalista de las que no se pueda prescindir…
Ello implica políticas positivas hacia los medianos y pequeños capitalistas, hacia la clase obrera, hacia los campesinos y también para reintegrar al sector informal en la producción. Estas cuatro áreas son indispensables.
Primero, el gobierno intenta proteger las empresas de los pequeños y medianos capitalistas, ya que tienen un papel importante que desempeñar. Según Chávez, “Debemos protegerlos contra los monopolios, contra los altos tipos de interés de los bancos, contra cualquier amenaza que pudiera desestabilizar los proyectos de las pequeñas y medianas empresas que tantos venezolanos querrían poner o ya han puesto en marcha” 4.
Una ley de promoción de la inversión permite al Estado apoyar a los empresarios de todo el país. Del mismo modo, la introducción de la cadena pública de tiendas Mercal, descrita al comienzo de este libro, ha permitido a los poderes públicos hacer contratos con cooperativas y también con las pequeñas y medianas empresas. Sin embargo, la debilidad general de la industria no proporciona puestos de trabajo inmediatos para los millones de personas perdidas en el sector informal. ¿Qué hacer entonces? Crear cooperativas parece una buena respuesta al problema…
Las cooperativas: un hermoso proyecto
Cuando Chávez alcanzó el poder, en Venezuela sólo había 762 cooperativas legalmente registradas. Desde entonces, su número se ha disparado. Habrá entre cincuenta y setenta mil: pequeñas tiendas, restaurantes u hoteles, o pequeñas empresas de transporte como los moto-taxis de Caracas, o cooperativas agrarias, e incluso pequeños grupos de trabajo encargados de mantener y embellecer los barrios. La mayoría de estas cooperativas tienen sólo cinco ó seis miembros, a menudo de una misma familia.
El 8% de las cooperativas realizan una producción industrial y en ese sector, el tamaño es más importante. Por ejemplo, durante nuestra visita, cerca de trescientos trabajadores estaban empleados en las dos fábricas del núcleo endógeno Fabricio Ojeda, a las afueras de Caracas. Una fabrica zapatos, la otra de camisetas, monos de trabajo, pantalones…
La creación de estas cooperativas ha supuesto una pequeña revolución: “Yo era una madre que estaba en casa”, explica María, trabajadora de 35 años que habla con entusiasmo comunicativo en medio del ruido de las máquinas: “No me dedicaba más que a mi casa. Cuando llegó la Misión, me sentí muy motivada. Terminé mis estudios de bachillerato (no había podido acabarlos), me he formado, y ahora estoy trabajando” 5.
Con el mismo entusiasmo se expresa Alida Bastida, supervisora elegida por los trabajadores de la fábrica de camisetas. Con cuarenta años radiantes y una sonrisa que le ilumina el rostro, nos guía a través de los diferentes puestos de trabajo. “Aquí tenemos mujeres que estaban encerradas en sus casas. El presidente habló de formar una cooperativa que nos daría una formación y un empleo, y de que entonces seríamos nuestros propios jefes, bueno, todo esto ha sido una maravilla para nosotras. Nos llena de orgullo”.
¿Se trata de un modelo precursor para un nuevo tipo de sociedad? Alida está convencida: “Aquí todos estamos asociados, sin jefe, todos somos los propietarios”. Al hablar con estas mujeres uno siente que su vida se ha transformado completamente. Sobre todo porque sus hijos van a la guardería que hay al lado del taller y ya no se tienen que preocupar de ellos. La emancipación a través del trabajo.
…para desarrollar una economía popular
¿Cómo funciona la cooperativa? Las decisiones importantes se toman en asamblea general, cada miércoles, en medio del patio, entre el taller y el dispensario médico, que también forma parte del complejo de Fabricio Ojeda, donde se han construido dos filas de bancos frente a frente. Bajo un toldo grande, y sin paredes para que circule el aire. Aquí, la nueva democracia económica funciona al aire libre.
El proyecto ha sido financiado por PDVSA, la petrolera estatal. Pero la decisión de fundar una cooperativa no cae del cielo como si tal cosa; primero, la gente tiene que organizarse colectivamente. La iniciativa surgió de la gente del barrio, explica Briteira Pérez: “Empezamos con asambleas donde la gente comenzó a expresarse. Preguntamos a niños, adolescentes, adultos, y a las personas mayores qué debíamos hacer en estos terrenos que pertenecen a PDVSA. Nos dijeron: ‘no tenemos espacio para jugar, ni dispensario médico, ni tienda, ni centro recreativo’. Así que elaboramos un documento y lo presentamos a PDVSA, que nos apoyó. Hoy, nuestro sueño se ha hecho realidad. Tenemos un dispensario, una tienda, un parque infantil, un centro de producción y uno recreativo al mismo tiempo. Así que tenemos una buena calidad de vida”6.
Lo que está emergiendo aquí puede ser una nueva forma de economía ligada a la vida de la gente del barrio y de mayor calado democrático. Como dice Wilmar, uno de los pocos miembros varones de la cooperativa: “Para lograr la transformación económica se tenía que partir de la gente de aquí. Se forma un trabajo para lograr una nueva forma de producir. En lugar de producir para unos pocos, se produce para todos”.
Para empezar, las cooperativas necesitan medidas de apoyo por parte del Estado: créditos generosos, devolución a largo plazo y exención de todos los impuestos. Las primeras máquinas de Fabricio Ojeda fueron financiadas por tales ayudas. Pero la meta es que la cooperativa llegue a ser independiente, que devuelva los préstamos iniciales y que sea capaz de adquirir su propio equipamiento. En 2006, Fabricio Ojeda pudo comprar con sus propios fondos ocho nuevas máquinas de coser. Todo un orgullo.
“Ahora podemos tomar la iniciativa”
En Mango de Ocoita, situado en la costa a 130 kilómetros al este de Caracas, los campesinos de la cooperativa Cafecao se sienten muy satisfechos de que los siete millones de dólares pagados por PDVSA hayan permitido construir una fábrica para procesar cacao. Así, pueden producir manteca de cacao, cacao en polvo y licor de cacao que exportan ellos mismos. Pedro Venegas se muestra encantado: “Nos veíamos obligados a vender nuestro grano crudo a cualquier comprador que se presentara. Ahora podemos tomar la iniciativa”1. Para ello, tres mil campesinos se organizaron en cooperativas.
Incluso el turismo puede ser más social. Por ejemplo, en la famosa y paradisíaca Isla Margarita, el Hotel Residencia Guaiquerí, amenazado de quiebra, ha podido reconvertirse y ahora se gestiona como una cooperativa. El que fuera su jefe sigue ejerciendo su labor, aunque ahora cada trabajador tiene derecho a opinar y se le trata como un igual. El hotel acoge a cientos de funcionarios que reciben vales de vacaciones y pagan sólo diez dólares por noche. Se han salvado doce puestos de trabajo y el hotel ha contratado a dieciséis nuevos empleados entre la población desfavorecida y no cualificada2.
Percibí el mismo entusiasmo en el sector de los pequeños servicios. En un gran aparcamiento del barrio 23 de enero, en las afueras de Caracas, Alfonso deja de barrer un momento para explicarnos cómo funciona esta pequeña empresa de limpieza y embellecimiento: “Somos cuarenta socios. La empresa nos pertenece y somos nosotros mismos quienes supervisamos nuestro trabajo” 3.
¿Cambian fácilmente las actitudes? Alida explica cómo se gestiona en su taller el absentismo: “Si un trabajador sufre un verdadero problema de salud puede beneficiarse de una baja recibiendo el mismo salario que los demás. Pero, al final de año, los beneficios de la cooperativa se distribuyen a cada trabajador en función del número de días trabajados”. Y funciona. El año pasado, los trabajadores ganaron casi lo mismo con los beneficios que con sus salarios4.
Al igual que las empresas autogestionadas, las cooperativas son muy útiles en el contexto actual de Venezuela. En primer lugar, amplían el sector productivo y reducen el desempleo. Además, enseñan a la gente a auto organizarse, a romper con la pasividad y el fatalismo. Por último, establecen nuevos comportamientos económicos que no están orientados exclusivamente a los beneficios, sino que tienen en cuenta la valorización de sus miembros y cómo satisfacer las necesidades de la sociedad.
El sistema cooperativo en un país poco desarrollado es un factor vital para el establecimiento de una economía popular. Por ejemplo, las cooperativas de pescadores han obtenido resultados tan notables que han llegado a derribar el monopolio de las grandes empresas.
En la actualidad, las cooperativas ocupan alrededor del 7% de la fuerza laboral del país, un porcentaje que probablemente aumentará. Pero sin un sólido apoyo del Estado quedarán limitadas a sectores muy marginales o serán eliminadas por las grandes empresas que dominan el mercado, tal y como ocurrió en Europa a principios del siglo XX.
El economista José Rivas confirma el peligro: “Pongamos por caso, una cooperativa de pollos que funcione bien. Si son las multinacionales las que controlan las incubadoras, los alimentos y la distribución, ¿qué se puede hacer para que no acabe estrangulada? La presión es tal que, de hecho, las cooperativas corren el riesgo precisamente de servir de cobertura para una mano de obra puramente capitalista exenta de impuestos”. Por ello, un nuevo Ministerio para la Economía Popular se encarga de protegerlas y ayudarlas en su desarrollo. El Estado les concede créditos interesantes y contratos. Además, la misión Vuelvan caras distribuye becas y lleva a cabo la formación en gestión, contabilidad y otras técnicas.
Cambiar la mentalidad llevará tiempo
Porque hay que admitir que no todo es de color de rosa. De acuerdo con el organismo de control, la mitad de las cooperativas estarían en situación irregular por no presentar sus cuentas periódica y satisfactoriamente.
Por un lado, muchas cooperativas son, de hecho, empresas capitalistas clásicas disfrazadas para beneficiarse de las nuevas leyes y no pagar ciertos impuestos. Por otra parte, muchas operan de manera ineficiente porque sus socios carecen de conocimientos o de experiencia y no saben, por ejemplo, cómo organizar una cadena de trabajo. Han recibido formación al inicio pero no es permanente. Otro problema: el igualitarismo. Muchos de sus miembros pretenden aplicar de inmediato la igualdad salarial, algo poco realista que lleva a algunos directivos y trabajadores cualificados a buscar trabajo en otra parte.
Finalmente, la idea de las cooperativas parece ser excelente aunque difícil de realizar. Algunas han alcanzado un buen nivel de eficiencia económica, pero la mayoría todavía no puede competir con la eficacia del sector privado, ni con sus precios, ni con su calidad. El Estado ha perdido decenas de millones de dólares a causa de la improvisación y el mal uso de fondos públicos.
Pilotar una experiencia tan novedosa no es tarea fácil, indica Steve Ellner, profesor en la Universidad de Oriente-Anzoátegui (Venezuela): “El Ministerio ha tratado de ejercer un mayor control aunque es posible que ello haya sido contraproducente. En la actualidad, las cooperativas están obligadas a pedir cada tres meses un certificado al Ministerio, en Caracas, que acredite que han desempeñado sus responsabilidades. Los trámites, que incluyen la presentación de un balance firmado por un contable, llevan mucho tiempo. Además, la cooperativa debe demostrar su solvencia en materia de obligaciones financieras para con los organismos gubernamentales tales como la seguridad social o en el instituto de formación profesional” 5.
Ante un balance tan moderado, ¿se debe tirar todo por la borda? No, dice José Rivas: “Es cierto que tal vez sólo un 5% sean válidas en este momento. Muchas de ellas se crearon para robar al Estado o para precarizar la mano de obra. De hecho, no contamos con estadísticas precisas; las primeras estadísticas económicas desde hace veinte años se están elaborando. Aunque sólo pueda considerarse como exitosa una minoría, aunque sean de difícil formación, hay que darles tiempo para que adquieran dicha formación, para que desarrollen una cultura del trabajo productivo”. Hay que añadir una condición, estima el economista Rafael Enciso: “Una planificación económica seria debe precisar con rigor qué tipo de cooperativas se requiere, qué tareas deben realizar, y con qué formación ideológica”.
Para el periodista argentino Guillermo Almeyra, se trata de un reto que pone en juego el futuro de Venezuela. “Chávez quiere ‘sembrar el petróleo’, es decir, desarrollar con la riqueza del petróleo la producción de alimentos y de productos agroindustriales. Pero para que este loable objetivo sea una realidad no basta con conceder subsidios a los campesinos para que no abandonen el campo por la ciudad: hay que darles tierras, apoyo técnico y, sobre todo, condiciones políticas que les permitan superar la burocracia durante una primera fase en la que tendrán que aprender, pese a las dificultades, cómo producir de manera autogestionada y cómo responder a un mercado interno impreciso y en plena formación6.
Así pues, las cooperativas requieren un tiempo para formarse y mejorar su grado de concienciación. Es todo un proceso. Pero las que han resistido el paso del tiempo han logrado reintegrar a muchos excluidos de la economía productiva. Han permitido que sus miembros adquieran conocimientos de gestión y transformen su actitud en el sentido de la cooperación y la solidaridad. Por lo tanto, los miembros de las cooperativas están legalmente obligados a trabajar para su comunidad, por ejemplo, proporcionando servicios de mantenimiento en las escuelas o distribuyendo regalos de Navidad a los niños. Además, compartir los beneficios de la empresa permite romper con la tradición del trabajo asalariado.
Las fábricas recuperadas
A las cooperativas hay que añadir las llamadas ‘fábricas recuperadas’. Son fábricas a las que sus jefes echaron el cierre y cuyos trabajadores tratan de continuar la producción con el apoyo del Estado.
¿Cómo funcionan? El Estado negocia su recuperación con los propietarios o las expropia con la indemnización correspondiente. Luego, delega la empresa a los trabajadores, quienes pagan al Estado una cuota. La gestión se confía conjuntamente a los representantes electos de los trabajadores y a los representantes del Estado.
Ejemplo: la empresa Sanitarios Maracay. Cuando sus 800 trabajadores se declararon en huelga para exigir el pago efectivo de sus salarios y condiciones legales de trabajo, el jefe, Álvaro Pocaterra, decidió finalmente echar el candado y prefirió invertir su capital en negocios que le beneficiaran más. Sin embargo, la fábrica contaba con un buen equipamiento y su producción se vendía bien. Dadas las necesidades del país de nuevas viviendas, se trataba sin duda de una producción útil. Por ello, el Estado asistió a los trabajadores para que pudieran continuar. Salvar empresas que la burguesía venezolana echa a perder es impedir la desindustrialización, es preservar el poder adquisitivo y el empleo. Lo mismo ocurre con las empresas de subcontratación.
Pero después de un año, se ha puesto fin a la experiencia de Sanitarios Maracay. No es el único fracaso de una fábrica recuperada. El por qué hay que buscarlo principalmente en las divisiones que afectan al movimiento sindical. ¿Cómo mantener una fábrica autogestionada sin que los trabajadores se conviertan en jefes? Este debate no ha hecho más que comenzar en el seno del movimiento obrero.
De lo que se trata es de introducir gradualmente una lógica económica distinta. Haiman El Trudi, asesor próximo a Chávez, propone que las fábricas recuperadas y las cooperativas se llamen ‘empresas de producción social’: “Las Empresas de Producción Social producen para satisfacer necesidades sociales; su objetivo no es vender por vender y aumentar los ingresos. No tratan de fomentar el consumo de productos innecesarios o de lujo, sino que se centran en la fabricación de productos esenciales para la subsistencia humana. Cumplen una prestación social en beneficio de sus comunidades, a cuyos consejos comunales se vinculan, establecen relaciones de comercio justo, rompen las cadenas de la distribución y de la especulación, construyen relaciones de democracia directa dentro de las unidades de trabajo, retribuyen a los trabajadores con un salario digno: a cada uno según sus necesidades y según su trabajo, adquieren un compromiso ecológico con las generaciones futuras…”.7
Transformar la sociedad implica transformar al ser humano. Al igual que el Che Guevara, aunque con otros métodos, Chávez ambiciona preparar al ‘hombre nuevo’. Una labor a largo plazo.
Por qué la reforma agraria no avanza rápidamente
Para que una reforma agraria tenga éxito, hace falta que los pequeños agricultores —que parten con mayor dificultad frente a las grandes explotaciones y a las importaciones de las multinacionales extranjeras— obtengan no solo tierras, sino también préstamos baratos, maquinaria moderna, capacitación técnica.
No obstante, ello no es suficiente: frente a las multinacionales que dominan los mercados internacionales, el Estado tiene que desempeñar igualmente una importante función. Por ejemplo, ayudando a relanzar productos tradicionales locales descuidados o abandonados por completo cuando Venezuela se convirtió en un Estado adicto al petróleo.
Por ejemplo, el chocolate. El cacao venezolano, de gran calidad, se exporta actualmente, a Suiza, Italia y Bélgica. Y vuelve a Venezuela, en forma de… barras bastante más caras. La materia prima proviene del Sur, el beneficio se obtiene en el Norte. Lo mismo con la caña de azúcar y café. En los Andes y al este del país se cultiva un café que crece a la sombra y da un grano de alta calidad, d