Joe Biden fue declarado ganador en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Un resultado que aún es cuestionado por Donald Trump. Una cosa es cierta: la ola azul que se anunció no ha barrido el país. A la luz de las escalofriantes estadísticas, Marc Vandepitte se pregunta por qué tantos votantes pueden haber favorecido al presidente en ejercicio. Para cambiar la marea, probablemente se necesitará más que un Joe Biden. (IGA)
Después de cuatro años, puede que nos hayamos acostumbrado a las banalidades, vulgaridades y mentiras de Trump. Sin embargo, es asombroso que un patán, a tal punto incompetente y fraudulento no sólo haya participado, sino que haya tenido oportunidades de ganar estas elecciones presidenciales. Aún más grave es el hecho de que tal personaje fue respaldado por el segundo mayor número de votantes de todos los tiempos. Esto demuestra cuán profundamente ha retrocedido el país.
¿Qué clase de persona es Trump? Las siguientes cifras lo dejan claro: antes de su elección, Trump compareció ante los tribunales 1.150 veces y estuvo involucrado en 150 quiebras. Durante su mandato, lanzó en promedio más de 7 mentiras o acusaciones engañosas cada día. Que alguien así pueda ocupar el cargo más alto en el país más poderoso del mundo, es un desafío a la imaginación.
Votar en contra de ustedes mismos
Las elecciones deberían ser una expresión de la voluntad del pueblo. Sin embargo, en muchos aspectos, los electores votaron totalmente en contra de sus propios intereses. El manejo del coronavirus por parte de Trump ha sido simplemente catastrófico. Una de cada cinco muertes por COVID-19 en todo el mundo se atribuye a los Estados Unidos, a pesar de que menos del 4% de la población mundial vive en ese país. No obstante, Trump tuvo mejores resultados en los estados donde la pandemia está más extendida.
Si bien la gestión de Trump ha beneficiado principalmente a los ricos, ha tenido también muy buena acogida entre una parte de la población con escasa educación. Aún cuando la mayoría de los ciudadanos quieren impuestos más altos para los ricos, Trump ha hecho exactamente lo contrario.
El presidente más sexista de la historia ha ganado el voto de más de la mitad de las mujeres blancas. A pesar de sus arrebatos racistas, sus planes de construir un muro en la frontera mexicana, el confinamiento de miles de niños latinos en campamentos y sus planes de deportar a los inmigrantes ilegales de América Latina, un 8% más de latinos votaron por Trump que en 2016.
Una proporción aterradora de la población estadounidense está aparentemente tan desesperada que necesita un líder fuerte, aunque este profiera los peores disparates e incluso vaya en contra de sus intereses personales. Las mentes son hábilmente manipuladas por sofisticados medios de propaganda. Esta no es la primera vez en la historia que algo así sucede. Tenemos el mismo fenómeno en diferentes partes del mundo, como Hungría, Brasil, Turquía, la India…
Un cementerio social
La desesperación es algo que no hay que buscar muy lejos. El país más rico del mundo es al mismo tiempo un gran cementerio social. El 58% de sus ciudadanos sobreviven de salario en salario. A menudo hay que tener dos o tres empleos para evitar caer en la pobreza. Un gran número de personas mayores de 65 años no pueden permitirse el lujo de recibir su pensión; siguen trabajando hasta literalmente sucumbir.
Unos 130 millones de estadounidenses (40%) no tienen suficiente dinero en el banco para hacer frente a una emergencia de 400 dólares. 80 millones de ellos (25%) posponen el tratamiento de un problema médico grave debido a los costos, mientras que los especialistas se embolsan entre 200.000 y 300.000 dólares al año. En los últimos diez años se han recortado 50.000 puestos de trabajo en el sector de la salud y docenas de hospitales han sido cerrados.
En este país de alta tecnología, una de cada nueve personas se va a la cama con hambre. Cerca de medio millón de personas están sin hogar y un millón de personas al año se refugian en albergues.
Y la situación empeora cada vez más. En 1985, un graduado de la escuela secundaria tenía que trabajar 30 semanas al año para hacer frente a los gastos generales de un hogar de cuatro personas: vivienda, atención de salud, transporte y educación. En 2018 ya eran 53 semanas. No es de extrañar que la tasa de mortalidad de la población adulta blanca haya aumentado en los últimos años. Toda esta miseria ha llevado a unos 600.000 actos desesperados en los últimos 20 años.
En ningún otro lugar del mundo occidental la brecha entre ricos y pobres es tan grande como aquí. El 0,1% de los ricos tienen tanta riqueza como el 90% en la parte inferior de la escala. Las tres personas más ricas tienen el equivalente a lo que posee la mitad de la población. Hace 40 años, los CEO (directores ejecutivos) ganaban 40 veces más que un empleado promedio; hoy en día, ganan 278 veces más. La desigualdad también está fuertemente teñida de racismo. Una familia blanca posee en promedio 13 veces más que una familia negra.
La desigualdad social siempre va de la mano de la violencia. Cada 15 minutos, una persona muere por un arma de fuego, 25 veces más que en otros países occidentales. Cada año se cometen más de un millón de delitos, entre los que se incluyen asesinatos, violaciones, robos y agresiones con agravantes. ¿Es eso lo que llamamos “la tierra de los libres”?
Esta violencia también se refleja en una población carcelaria absurdamente alta. 6,7 millones de personas están bajo supervisión judicial: confinamiento, período probatorio, brazaletes electrónicos y libertad condicional. Uno de cada diez niños ha tenido un padre tras las rejas. Un tercio de todas las mujeres y niñas encarceladas en el mundo, están en los Estados Unidos.
El deseo de un líder fuerte
El malestar social, que es inaceptable en un país tan rico, se traduce inevitablemente en desconfianza hacia la política. El 57% de los votantes creen que su sistema político sólo funciona para iniciados con dinero y poder. Esto no es sorprendente, considerando que el 39% de los miembros del Congreso son millonarios y pasan la mitad de su tiempo recaudando fondos (1). Sólo una pequeña minoría todavía tiene fe en sus líderes políticos. En los últimos diez años, la confianza en el gobierno federal ha fluctuado apenas entre 15 y 20%. La confianza en otras instituciones sigue disminuyendo de manera similar.
Trump ha jugado hábilmente con esta desconfianza, presentándose siempre como un outsider. Aún proveniente de las capas superiores de la población, se posiciona como un personaje antisistema y se desata contra la casta política, los medios de comunicación, los científicos e intelectuales. Su lenguaje duro y vulgar es una combinación perfecta.
Sus ideas de extrema derecha son bien recibidas por una base radicalizada. En 2017, alrededor de una cuarta parte de la población creía que la toma de control por parte de los militares estaba justificada en casos de corrupción o delincuencia generalizada. Esta es una minoría, pero cuya escala significativa es preocupante. Después de cuatro años con Trump, ese número probablemente ha aumentado. Durante el mandato de Trump, así como durante y después del recuento de votos, las milicias fuertemente armadas están cada vez más en primer plano. Se estima que unos 50.000 paramilitares están activos en unos 300 grupos. Los expertos estiman que veteranos y soldados activos podrían constituir al menos el 25% de estas milicias de extrema derecha.
Con Biden, no necesariamente cambia la marea
La elección de Biden provoca, con razón, un suspiro de alivio. Es el final de cuatro años de horror. La victoria demócrata es importante para la lucha contra el calentamiento global (y por lo tanto para la supervivencia del planeta), para la atención al COVID-19 en los Estados Unidos, para una política de migración digna, para la cooperación internacional y para las instituciones de las Naciones Unidas.
Pero parece que Biden no obtendrá la mayoría en el Senado. Además, los recién llegados al Senado son aún más trumpistas que Trump. Esto significa que Biden sólo podrá cambiar su estrategia en el campo exterior y por lo tanto se definirá principalmente en este nivel. En el contexto nacional, estará atado de pies y manos por la mayoría republicana en el Congreso. Así que es poco probable que pueda aumentar el salario mínimo a 15 dólares. El seguro médico universal tampoco tendrá muchas posibilidades de éxito. No habrá un verdadero impuesto sobre la riqueza. (2)
La mayor parte de la miseria descrita anteriormente no la asumirá (dada su postura centrista) o apenas podrá enfrentarla. El sistema político bipartidista fomenta la polarización y el sistema electoral conduce fácilmente a una obstrucción paralizante del parlamento en relación con el presidente, lo que a su vez socava aún más la confianza en la política.
Así, el caldo de cultivo para el populismo, el nacionalismo y la ideología de extrema derecha permanece. Debemos tener en cuenta que la diferencia entre los dos candidatos es muy pequeña (3%). La siembra del odio y el populismo podría recuperar la ventaja en poco tiempo.
Socialismo o barbarie
Para eliminar este caldo de cultivo se necesita una especie de nuevo contrato social, caracterizado por una fiscalidad justa, una asistencia sanitaria universal, salarios y pensiones más altos (mínimos) y una educación superior menos costosa. También se necesitan grandes inversiones en infraestructura, atención de la salud y tecnologías verdes. En pocas palabras, el sistema político necesita una revisión completa.
Hasta que esto se logre, la pérdida de la prosperidad, la brecha entre ricos y pobres, la inseguridad, la falta de perspectivas y la desconfianza en los políticos continuarán formando un cóctel explosivo que podría conducir a un regreso de Trump peor aún.
La esperanza es que en los últimos años la ideología de izquierda haya recuperado una fuerte audiencia entre la población, especialmente entre los jóvenes. Una encuesta de Gallup indica que el 51% de los jóvenes entre 18 y 29 años de edad son receptivos hacia el socialismo. Para el conjunto de la población, esto representa el 37%.
Los procesos electorales son muy importantes, pero más importante aún es trabajar pacientemente a nivel de las bases: concientizar, organizar y movilizar a la gente para un proyecto progresivo sostenible. Con la llegada de Bernie Sanders, el panorama político estadounidense ha cambiado profundamente. Durante las últimas campañas electorales, se ha lanzado un nuevo movimiento portador de esperanza que se enfrenta a grandes retos. El lema de Rosa Luxemburgo “Socialismo o barbarie” es ahora más relevante que nunca.
Notas:
(1) Kuttner R., Can Democracy Survive Global Capitalism?, New York 2018, p. 88.
(2) Durante su campaña, Biden anunció que aumentaría el impuesto de sociedades del 21 al 28%. Esta cifra sería incluso más baja que al principio del mandato de Trump.
Fotografía de portada: Gage Skidmore, Wikimedia Commons / CC BY-SA 2.0
Traducido del francés por América Rodríguez para Investig’Action
Fuente: De Wereld Morgen