Además de poseer un rostro dulce, sonrisa perenne y buenos modales, era sumamente discreta. Mientras vivía sola en un sencillo apartamento al norte de Washington, escaló hasta llegar a ser analista de primera categoría en el Pentágono (senior analyst), especializada en Cuba. Tuvo acceso a prácticamente todo lo que la comunidad de inteligencia recogía sobre la isla.
Su padre, de origen puertorriqueño, era médico del ejército estadounidense acantonado en la ex Alemania occidental.
Por eso ella nació allá. En 1979, a los 22 años, la Universidad de Virginia le concedió una licenciatura en relaciones internacionales. Posteriormente logró una maestría. En septiembre de 1985 fue acogida en la Agencia de Inteligencia del Pentágono (Defense Intelligence Agency, DIA). Por sus capacidades fue enviada a la base aérea de Bolling, en Washington, donde trabajó como especialista en investigación de inteligencia. En 1992 pasó al Pentágono como Analista. Con un cargo ficticio, durante un tiempo fue ubicada en la representación diplomática en La Habana para que “estudiara” a los militares cubanos.
En 1998 la DIA la envió de nuevo a la Isla para que “observara” el desarrollo de la visita del Papa Juan Pablo II. Además de poseer un rostro dulce, sonrisa perenne y buenos modales, era sumamente discreta. Mientras vivía sola en un sencillo apartamento al norte de Washington, escaló hasta llegar a ser analista de primera categoría en el Pentágono (senior analyst), especializada en Cuba. Tuvo acceso a prácticamente todo lo que la comunidad de inteligencia recogía sobre la isla. Sabía lo que el Departamento de Defensa conocía en relación a las actividades militares cubanas.
Por su rango era miembro del súper secreto “grupo de trabajo interagencias sobre Cuba”, que reúne a los principales analistas de las agencias federales como la Agencia Central de Inteligencia, CIA, del Departamento de Estado y de la misma Casa Blanca. Ya dice el refrán popular: los padres hacen hijos pero no conciencias. Ana Belén Montes fue arrestada el 21 de septiembre de 2001.Una corte Federal la acusó de “conspiración para cometer espionaje”, y de entregarle a Cuba “información clasificada para que pudiera defenderse”.
En varias ocasiones había pasado con éxito la prueba del detector de mentiras. Su detención provocó un profundo impacto en la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. Era la espía de mayor rango en la historia de esa nación. “Una de las joyas de nuestra corona”, dijo un general del Pentágono. El oficial de contrainteligencia de la DIA que tuvo a su cargo la investigación, caracterizó lo realizado por Ana Belén como “excepcionalmente grave”.
Aseguró que la información manejada por ella era tan delicada, que ni a él le permitieron un mínimo acceso. También afirmó que en el conjunto de las dieciséis agencias de seguridad estadounidenses se aseveraba que lo hecho por Montes no era una excepción.
De paranoia: se tenía la certitud que el servicio de inteligencia cubano tenía numerosos “topos” al interior de ellas. En documentos que desclasificó el Departamento de Justicia de Estados Unidos, se pueden encontrar trazos del camino de Ana Belén. Dicen, por ejemplo, que en diciembre de 1984, en plena “guerra fría’, ella viajó a Nueva York con otra puertorriqueña, la cual ya trabajaba para la seguridad de la Isla.
En un restaurante se reunieron con un oficial cubano, identificado en la acusación como “M”. Este trabajaba como diplomático en la Misión de Cuba ante Naciones Unidas. Siguen diciendo los documentos que ellas partieron en marzo del siguiente año a Madrid. Siguieron a Praga con pasaportes falsos, entregados por otro cubano. De ahí a La Habana. Allá recibieron entrenamiento de espionaje, que incluyó la codificación y decodificación de mensajes para transmitirlos por radio de alta frecuencia. Haciendo el camino a la inversa, ingresaron a Estados Unidos el 13 de abril de 1985.
En septiembre de ese año, Ana Belén obtendría el empleo como analis ta de inteligencia en la DIA. Por sus manos empezó a pasar información clasificada sobre la defensa nacional de Estados Unidos. La in – vestigación no precisa cuál compartió con el gobierno de Cuba durante 16 años. Una inmensidad de tiempo en que la contrainteligencia de la primera potencia mundial fue burlada. Ironía de la vida: Mientras tanto su hermana Lucy, oficial del FBI, recibía una condecoración especial por trabajar en el descubrimiento de agentes cubanos…
El 16 de octubre de 2002 Ana Belén fue sentenciada a 25 años, librándose por un pelo de la condena a muerte. Está encerrada en la prisión del Federal Medical Center, FMC, que se encuentra ubicada dentro de las instalaciones de la base aeronaval Fort Worth, Texas, un centro destinado a mujeres delincuentes con problemas psíquicos. Está sujeta a un extremo régimen de aislamiento: Solo puede recibir las visi – tas de su padre y hermanos; no puede relacionarse con ninguna de te – nida; no puede hablar por teléfono, ni recibir periódicos, ni ver te levisión; nadie puede indagar por su salud.
Solo existe como la prisionera FMC 25037-016. Antes de escuchar la sentencia, la acusada leyó un breve texto donde expresó frases como estas:
“Yo me involucré en la actividad que me ha traí do aquí porque obedecí a mi conciencia más que obedecer a la ley. Yo considero que la política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta, profundamente inamistosa, por eso me consideré moralmente obligada de ayudar a la isla a defenderse de nuestros esfuerzos de imponer en ella nuestros valores y nuestro sistema político (…)
Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba durante las últimas cuatro décadas. Nosotros nunca hemos respetado el derecho de Cuba a definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y justicia (…)
Yo solamente puedo decir que hice lo que consideré más adecuado para contrarrestar una gran injusticia.”
Fuente: Diario de Nuestra América n°7