Durante casi dos décadas, Venezuela ha sido un foco de resistencia al desorden internacional impuesto por Estados Unidos.
La victoria del Comandante Hugo Chávez en 1999 no fue el comienzo de un reino personal, alérgico a las críticas. Lejos de las prácticas políticas convencionales, su profunda convicción era que el pueblo debería inventar colectivamente su futuro, por eso fue creada inmediatamente una Asamblea Nacional Constituyente y se hizo el llamado a un referéndum popular.
En su primera sesión, dijo estas palabras: «Lo que está sucediendo hoy en Venezuela no es la llegada de un hombre providencial, no, no hay hombres providenciales, excepto Jesús de Nazaret. No hay individualidades omnipotentes que puedan cambiar el curso de la historia. Este concepto es absolutamente falso (…) es una mentira. Esto es una revolución y un pueblo que galopa. El pueblo es el único combustible de la máquina de la historia. (1)
Después de 25 procesos electorales en 18 años, la Revolución Bolivariana aún resiste. Impregnada con el espíritu de Bolívar y Chávez, atestigua la vitalidad y la esperanza de un pueblo movilizado para conquistar sus derechos.
Una revolución que es un baluarte de solidaridad y ayuda mutua latinoamericana frente a múltiples injerencias, en el mundo peligroso y fuera de la ley de Trump.
Detestada por los capitalistas de todo el mundo que no se confunden de enemigo, la experiencia venezolana es fuente de inspiración y rica en aprendizajes para los pueblos del sur que buscan liberarse de la tiranía.
En las elecciones de este domingo en Venezuela se decide también a favor de un mundo multipolar o del regreso a una Latinoamérica de las colonias.