Para muchos franceses el penal de Cayena y la lanzadera Ariane son las únicas imágenes de Guayana. A veces se añade la de un pueblo que siempre está haciendo huelgas incomprensibles cuando no es la de un pueblo de parásitos. Detrás de estas imágenes mediáticas se oculta una realidad colonial que llena la vida cotidiana de los guayaneses.
La llamada Guayana “francesa”, que forma parte de las “viejas colonias” (1), está ocupada por Francia desde hace más de tres siglos. Los colonizadores españoles le dieron el nombre de Eldorado debido a la leyenda del “rey dorado” (2) que hablaba de un rey que rendía homenaje a los dioses recubierto de oro de los pies a la cabeza. El resultado de ello será el casi genocidio de las seis naciones autóctonas del territorio. Fueron sustituidas por esclavos como demuestra el calificativo de “colonia de esclavos” que figura en los diferentes proyectos de colonización que se suceden a partir de 1626, año en el que el cardenal Richelieu instala los primeros establecimientos franceses en este país (3). Aunque las razones de la presencia francesa han cambiado en el curso de los tres siglos de ocupación francesa, el sistema colonial se sigue caracterizado hasta hoy en día por una relación colonial. La instalación de un Centro Espacial Guayanés en 1964 refuerza aún más esta estructura colonial.
Del genocidio de las personas autóctonas al “engagisme”*
La llegada de los primeros franceses se tradujo rápidamente en un intento de someter a las personas autóctonas y en la masacre de estas ante su resistencia. “Desde que llegaron los franceses masacraron a todos los indios e intentaron reducirlos a la esclavitud” (4), resume el filósofo Neuville Doriac. Testimonio de ello es la masacre que se produce en 1857 durante la conquista de Cayena. No obstante, esta violencia de la conquista no tuvo parangón con la que se produjo en el resto de América Latina por unas razones que los etnólogos Pierre Grenand, Françoise Grenand y Patrick Menget resumen de la siguiente manera deconstruyendo los mitos coloniales elaborados para justificar la presencia francesa:
“En primer lugar el mito: “los contactos entre blancos e indios siempre fueron pacíficos”. No hay nada menos cierto. […] Los amerindios (por ejemplo, los galibi) lucharon ferozmente ya que habían comprendido rápidamente que las verdaderas intenciones de los recién llegados diferían de las suyas. Solo su brutal descenso demográfico debido a epidemias a menudo importadas les obligó a cambiar de estrategia. El repliegue, la dispersión por la selva y la resistencia pasiva se convirtieron en sus principales armas. […] A continuación la amnesia histórica: “no se masacró a los indios para quitarles sus tierras”. Es cierto que el único intento de masacre organizada de los galibi se remonta a 1657. […] En efecto, no hay que perder de vista que si bien no se organizaron cacerías sistemáticas de personas ni destrucciones metódicas de pueblos como en otros lugares de América Latina fue menos por bondad que porque Guayana nunca llegó al estadio de verdadera colonia de poblamiento y porque la extracción de los productos de la selva nunca se pudo llevar a cabo de forma satisfactoria . […] Ahí donde las cosas ocurrieron de otra manera, como en las Antillas con los caribes o en Louisina con los natchez, callaron los escrúpulos y se produjeron masacres” (5) .
Así pues, la llegada de los colonizadores desencadena una verdadera hecatombe demográfica debido a las epidemias que provoca. El descenso de la cantidad de personas autóctonas es tan importante que suscita teorizaciones culturalistas y racistas. Se habla entonces de “guerras intestinas”, de “raza estropeada”, de abuso del “cachiri” (una cerveza autóctona), de abuso de los “baños fríos”, de la “desnutrición” fruto de la “pereza”. El geógrafo Jean Hurault lo resume de la siguiente manera desmontando estos tópicos explicativos: “La mayoría de los autores estaban demasiado imbuidos de la ideología civilizadora, cristiana o laica, para admitir que el contacto con los europeos pudo haber sido la causa de la extinción de los indios” (6). Se calcula que cuando llegaron los europeos había entre 20.000 y 30.000 indios, y en 1960 solo quedaban 1.200. “Estas 1.200 personas son los únicos representantes de las aproximadamente cincuenta naciones que poblaban Guayana en el momento del primer establecimiento de europeos” (7), comenta Jean Hurault. No desaparecieron totalmente debido a que las naciones autóctonas se replegaron en la selva. De hecho, este repliegue es una estrategia de supervivencia y una forma de resistencia que retomarán posteriormente los esclavos huidos.
Las condiciones climáticas de Guayana, la hecatombe y el repliegue en la selva de los pueblos autóctonos llevan rápidamente a estrechar la relación entre esclavitud y colonización. De hecho, la primera se convierte en una de las condiciones de la segunda. Desde 1652 se menciona en diversos documentos a los primeros esclavos y el primer barco negrero hace escala en Cayena en 1680. La demanda de los colonos es considerable. Un tal Périer des Varennes la evalúa de la siguiente manera en 1702 para Cayena: “Cayena posee muchas tierras cultivables que permanecen sin cultivar por falta de negros. Estas tierras pertenecen a ochenta o cien habitantes, la mayoría de los demás está en la indigencia… Convendría llevar allí a 400 negros al año” (8). Diez años después el gobernador de la colonia trasmite de la siguiente manera esta demanda: “La colonia cayó por falta de negros” (9).
Las dificultades para atracar en Guayana y los precios más elevados que ofrecen los colonos de Santo Domingo y de las Antillas francesas impedirán satisfacer esta demanda y limitarán mucho la cantidad de esclavos. En 1820 el secretario del gobernador de Guyana establece la siguiente repartición de la población: “1.004 blancos, 1.733 personas de color libres, 13.153 esclavos, 1.100 indios” (10). La cantidad de esclavos disminuye aún más por la importancia del “marronage”** contra el que se organizan operaciones punitivas. La resistencia a la esclavitud en forma de “marronage” estuvo presente en todas las colonias, pero la topografía de Guayana le da una importancia particular:
“Bajo el Antiguo Régimen la deserción de los esclavos era una verdadera plaga en las colonias en las que la mano de obra negra era la única que se empleaba para desarrollar y cultivar la tierra. Sin embargo, el problema era aún más grave en Guayana que en las Antillas puesto que al estar formadas por islas, la zona de vagabundeo de los negros estaba restringida, mientras que en Guayana, un país continental, les resultaba fácil llegar a los territorios fronterizos de la colonia francesa: Brasil, entonces posesión portuguesa, y la Guayana holandesa” (11).
Muchos cimarrones se contentaban con llegar a la densa selva donde fundaban pequeñas comunidades autosuficientes. A estas comunidades de cimarrones se añaden grupos sociales más importantes constituidos por cimarrones provenientes de Surinam. Estos grupos constituyen comunidades de esclavos en la selva y atacan las plantaciones para conseguir armas y liberar a otros esclavos. Se calcula que a principios del siglo XVIII los esclavos de Surinam ascienden a más de 5.000 personas. Tras una larga guerra contra el ejército holandés se ven obligados a refugiarse en la Guayana francesa. Así, los djuka, los boni y los paramaka se instalan en la llamada Guayana “francesa” entre 1750 y 1840. La llegada de varios miles de negros libres inquieta mucho a la colonia francesa. Tras la abolición de la esclavitud el tratado firmado entre franceses, holandeses y jefes cimarrones reconocía las comunidades cimarronas y su territorio de implantación. En 1962 se calcula que los descendientes de estos cimarrones son 1.000 en el caso de los bonni, entre 7.000 y 8.000 en el de los djuka y 1.000 en el de los paramaka (12).
El rostro de la sociedad guayanesa en los años posteriores a la abolición está marcado por esta herencia: escasez numérica de descendientes de los pueblos autóctonos y de blancos, mayor cantidad de descendientes de esclavos (aunque mínima en comparación con las Antillas o Haití), presencia de comunidades de negros cimarrones y subdesarrollo crónico del territorio. En este contexto es en el que se produce el descubrimiento de minas de oro al este de Cayena. La falta de mano de obra se traducirá en el desarrollo del “engagisme”, un régimen jurídico monárquico de casi servidumbre que toma el relevo de la trata. Con la indemnización de los propietarios de esclavos el “engagisme” permite a la vez acabar formalmente con la esclavitud mientras se mantiene un sistema de explotación que afecta a los antiguos esclavos y a los inmigrados que están sometidos a un “contrato” [“contrat d’engagement”]. Al antiguo esclavo convertido en “contratado” se le unen nuevos emigrantes con el mismo estatus para garantizar la supervivencia de las fortunas de los antiguos propietarios de esclavos en todas las colonia. El historiador Sudel Fuma propone el término de “servilismo” en vez del término “engagisme” para destacar mejor la naturaleza de la relación entre los “contratantes”. El autor destaca el carácter discriminatorio de los “contratos” respecto al derecho laboral existente, la violencia ejercida para obligar a aceptar el contrato y las falsas promesas que se hacen para lograr que se acepte, y concluye:
“¿Por qué “servilismo”? Porque los trabajadores concernidos no son libres y están sometidos a un sistema, pero no son esclavos en el sentido jurídico del término. Este concepto se aplica también a la situación del “contratado” indio, africano y liberto de 1848 de las colonias francesas o de las colonias inglesas y permite clarificar la historia colonial dando un verdadero sentido a la situación real de los trabajadores sometidos al trabajo forzado de esta época ” (13) .
Dos decretos (del 13 de febrero y del 27 de marzo de 1852) regularán el “engagisme” para las colonias francesas. En el caso de Guayana este nuevo servilismo se desarrolla rápidamente. Este es el balance cuantitativo que hace en 1864 el director del Banco de Guayana: “En el lapso de doce meses el Departamento de la Marina ha hecho llegar sucesivamente a Guayana siete convoyes de africanos, cuatro de ellos reclutados en el Estado libre y tres de cautivos comprados y liberados, uno de chinos y cinco de culis” (14). Aparte de los antiguos esclavos los principales orígenes de estos “contratados” son India con 8.472 personas entre 1855 y 1877 (15) y África con 1.826 personas (16). Por medio de esta nueva “esclavitud de duración indeterminada” (de 3 a 19 años) los dueños de las plantaciones y de las minas de oro encontraron la mano de obra necesaria, y las personas recién liberadas están obligadas a moderar sus pretensiones concernientes al salario y a las condiciones laborales debido a la competencia de esta mano de obra servil.
El oro amarillo, el oro azul, el oro verde y el oro negro
Es frecuente oír hablar de que Francia carece de retos económicos en Guayana para negar el carácter colonial de la Guayana contemporánea. Una simple mirada a la historia económica y a los recursos guayaneses desmiente esta afirmación.
Actualmente el oro es el segundo recurso de exportación de Guayana tras la actividad espacial (que en 2014 supuso un 83 % del total de las exportaciones) con 50 millones de euros exportados en 2006. La cuestión aurífera acompaña toda la historia colonial de Guayana. El conservador de la biblioteca de Cayena destaca en un folleto con un título significativo (“La Guayana aurífera o la «gallina de los huevos de oro»”) fechado en 1936 que “la historia del oro en Guayana se confunde casi con la historia de la colonización francesa en esta parte del continente sudamericano a partir del siglo XVI de la era cristiana” (17). En este folleto el autor recuerda que los primeros exploradores buscaban en Guayana la ciudad de Menoa, capital del antiguo Imperio inca. Destaca que desde 1676 los padres jesuitas pusieron en marcha las primeras explotaciones con mano de obra india. No obstante, el punto de partida oficial de la industria aurífera sigue siendo el descubrimiento de yacimientos en el río Arataye en 1855, que el conservador comenta de la siguiente manera: “Una nueva era parece así alzarse ante nuestro país y Cayena pronto será una rival de California […] Así, hoy es un hecho: existe oro en el interior de Guayana”. La explotación empieza en seguida pero sin una inversión real de capitales, lo que provoca una baja producción aunque unos beneficios importantes. “Todo el oro recogido hasta hoy (más de trescientas toneladas, es decir, cinco toneladas al año de media) proviene de los aluviones de la superficie, no de las minas propiamente dichas y, en definitiva, nuestros mineros solo son excavadores y buscadores de pepitas”, resume el autor (18).
El estado de las técnicas, lo escaso de las inversiones (los compradores se contentaban con acudir a una multitud de pequeños buscadores que se hacían cargo de todos los gastos) y las variaciones de precios en el mercado mundial explican una producción fluctuante y modesta hasta la década de los 70. La mejora de las técnicas de extracción y la fuerte progresión del precio del oro en el mercado mundial (debido al abandono de la paridad oro/dólar) llevará a renovar la producción y a que entren en escena grandes sociedades industriales internacionales (Grupo México con capital mexicano y estadounidense, Cambior con capital canadiense, WMC con capital australiano, La Source con capital francés y australiano, etc.). Los resultados de las nuevas prospecciones industriales no tardarán en llegar. En su informe al primer ministro fechado en 2000 [la diputada francesa por Guayana] Christiane Taubira menciona el descubrimiento por parte de la sociedad ASARCO de 35 toneladas en reservas y 60 toneladas en recursos en Camp Caïman, otro descubrimiento por parte de la sociedad Guyanor-Cambior de 45 toneladas en reservas y 60 toneladas de recursos en Yaou y Dorlin, y otros descubrimientos prometedores aunque todavía no explotables (19).
Ulteriores descubrimientos confirmarán las enormes posibilidades auríferas de Guayana. Así, el primer productor de oro en Guayana, la sociedad Auplata (que explota las minas de Dieu Merci y Yaou), declara en 2014 por medio del presidente de su consejo de administración que Guayana es “la mayor reserva de oro del mundo” (20). En ese mismo periodo la compañía minera “Montagne d’or” [Montaña de Oro] hace público su proyecto de mina industrial para 2022 con una producción que se calcula en 6.7 toneladas al año. Sin embargo, este proyecto de minas a cielo abierto tiene graves consecuencias: deforestación (1.513 hectáreas de selva amazónica) y vertido masivo de cianuro (46.500 toneladas para la duración de la explotación evaluada en 12 años). Si el presidente Macron ha anunciado su apoyo al proyecto, está creciendo un movimiento de protesta, en particular en el seno de los pueblos autóctonos. El colectivo “Or de question”***, que multiplica las manifestaciones públicas, también ha emprendido acciones legales para solicitar la anulación del permiso de explotación. Recordemos que las opciones industriales basadas en necesidades ajenas a las de la población y que se preocupan por la rentabilidad inmediata sin tener en cuenta los efectos a largo plazo son una de las primeras características de la lógica colonial.
Además del oro Guyana posee una Zona Económica Exclusiva de 130.000 kilómetros cuadrados rica en recursos halieúticos y en particular en recursos camaroneros. No obstante, el sector sigue estando muy infraexplotado con una producción que fluctuó entre 3.000 y 4,000 toneladas al año en la década de 2000 y cayó a entre 700 y 800 toneladas en 2017 (21). El destino de esta producción pone de relieve la dependencia colonial: un 85 % se exporta al Hexágono y un 10 % a las Antillas Francesas.
Guyana también posee unos considerables recursos madereros. La selva amazónica cubre ocho millones de hectáreas, de las cuales 7.5 millones pertenecen al Estado. Sin embargo, este recurso está muy infraexplotado con una producción que apenas llega a 72.000 metro cúbicos de troncos. Resulta paradójico, aunque típico de una situación colonial (en la que la prioridad de las inversiones depende únicamente de la rentabilidad y no de las necesidades locales), que Guayana importara productos de madera por valor de 17,6 millones de euros y exportara 3,1 millones en 2014 (22).
Por último, el descubrimiento de yacimientos de hidrocarburos en alta mar en 2011 por parte de Total, que posee un permiso exclusivo de explotación, despierta enormes ambiciones. Aunque todavía no se puede cuantificar el tamaño del yacimiento ni de sus reservas, se confirma la existencia de grandes posibilidades en hidrocarburos en la cuenca surinamo-guayanesa. La USGS (United States Geological Survey), una agencia científica del gobierno estadounidense, calcula que esta cuenca es la segunda en la clasificación de cuencas petroleras (de ultramar) no explotadas más prometedoras del mundo (23).
Guyana mantiene una estructura económica de factoría dependiente de las necesidades de la metrópoli en lo referente a sus elecciones y en sus prioridades. Tanto las exportaciones como las exportaciones se hacen exclusivamente con la metrópoli primero y con las otras colonias de las Antillas y Europa después. Las grandes familias beké [criollas] de Martinica (el grupo Bernard Hayot, el grupo Fabre-Domergue, la familia Dormoy, etc.) poseen el tejido comercial. Las industrias de materias primas y de la construcción están dominadas por multinacionales francesas (Bouygues, Eiffage, Vinci, Bolloré, Auplata, etc.). Las dos características de una economía colonial están muy presentes: la explotación de los recursos a beneficio de la metrópoli y el monopolio por parte de grandes sociedades metropolitanas de la comercialización. La única especificidad aquí es la utilización de la burguesía antillana como intermediaria en la explotación de la colonia. Por no poner sino un ejemplo que ilustre lo absurda que es la lógica colonial para el pueblo guayanés citemos un informe senatorial fechado en octubre de 2017: “El hecho de que las materias primas importadas de Brasil por Guayana tengan que transitar por [el puerto francés de] Le Havre deja estupefacto” (24).
Por lo que se refiere a la suerte del pueblo guayanés basta con recordar algunas cifras para comprender que no le están destinados ni las riquezas ni los recursos locales: un 40 % de las personas con edades comprendidas entre los 15 y 24 años está en paro, solo un 12 % ha aprobado el bachillerato, los ingresos anuales medios son un 44 % inferiores a los de la metrópoli, la cantidad de personas beneficiarias de la Renta de Solidaridad Activa**** es cuatro veces mayor que en el Hexágono, los precios al consumo son un 12 % más altos que en la metrópoli, los de los productos alimenticios son un 45 % más caros y los de la vivienda un 20 %, etc (25).
Geoestrategia, centro espacial y “síndrome holandés”
Hemos dejado de lado deliberadamente por el momento la principal actividad económica de Guayana, el Centro Espacial Guayanés (CSG, por sus siglas en fracnés) de Kourou y Sinnamary. El CSG, una base de lanzamiento francesa y europea inaugurada en 1968, es a la vez la primera actividad económica de Guayana y una apuesta estratégica esencial para la Unión Europea. La decisión de instalar el centro espacial en Guayana en 1964 se hace en el mismo momento y por las mismas razones que la de efectuar pruebas nucleares en Polinesia. La independencia de Argelia hace perder simultáneamente al colonialismo francés su terreno de pruebas nucleares del Sáhara y la base de Hammaguir cerca de Bechar en la que se efectuaban las pruebas de lanzamiento de misiles y cohetes. Dos tipos de factores concurrieron en la elección de Guayana. El primero concierne a factores geográficos y climáticos: Guayana está cerca del Ecuador y se caracteriza por la ausencia de riesgos sísmicos y ciclónicos. El segundo es político: en aquel momento Guayana se caracteriza por una población escasa y un también escaso desarrollo económico, lo que limitaba a la vez los riesgos de catástrofes humanitarias en caso de accidente y (según se creía) los de una reivindicación independentista sólida a medio plazo.
Estos factores confieren rápidamente a Guayana un lugar particular en la competencia mundial por las actividades espaciales. La revista Défense del Institut des Hautes Etudes de Défense Nationale (IHEDN, Instituto de Altos Estudios de Defensa Nacional) resume así en 1991 el reto geoestratégico del “Ultramar francés” y el lugar específico de Guayana dentro de él:
“Gracias a la baja latitud de Guayana Francia ha podido desarrollar ahí, primero para sus propias necesidades y después en cooperación con sus socios europeos en el marco de la «Agencia Espacial Europea», el «Centro Espacial Guayanés». De todos los centros de lanzamiento de cohetes espaciales del mundo es el mejor situado actualmente, en particular para el lanzamiento de satélites geoestratégicos en dirección al este. Sin Kourou no habría políticas espaciales francesas y oeste-europeas independientes posibles. […] Es sabido que el dominio de la energía nuclear con fines civiles y militares, la utilización del espacio y la explotación de los océanos serán las tres fuentes esenciales de poder para el siglo XXI. […] [Ultramar] aporta a Francia una triple oportunidad de seguir siendo una gran potencia. La primera es albergar, gracias a la Polinesia francesa, el centro de pruebas de armas nucleares más alejado de las zonas pobladas que existe en el mundo. La segunda es poseer el campo de lanzamientos espaciales mejor situado del mundo con Kourou en Guayana […]. La tercera es disponer del tercer dominio marítimo mundial que ofrece riquezas marinas y submarinas, pero también puntos de apoyo y dimensión únicos. La conjugación de estas tres bazas constituye un interés político y estratégico fundamental que no poseen ni Estados Unidos ni la URSS ni ninguna potencia ascendente” (26).
Estas palabras siguen siendo actuales a pesar de la desaparición de la URSS y el cese de las pruebas nucleares (que siempre pueden recomenzar rápidamente en cualquier momento en caso de necesidad). Bastan para poner de relieve las dificultades a las que se enfrentan y se enfrentarán los movimientos de liberación nacional de las últimas colonias francesas. Francia utiliza la baza de Guayana en la relación de fuerzas interna de la Unión Europea por la dirección de esta, lo que tiene como consecuencia que el combate no se libra ya entre París y una colonia, sino entre esta y la Unión Europea. Desde la creación en 1975 de la Agencia Espacial (European Space Agency – ESA) se efectúa el cambio del Hexágono a Europa. La ESA se encarga de los lanzamientos en el seno del CSG con el lanzamiento de Ariane, el primer lanzador específicamente europeo y líder mundial del mercado de satélites comerciales. “Con el CSG Guayana se ha convertido, para Francia y Europa, en un escaparate tecnológico. […] Estos equipamientos son esenciales para la defensa, la meteorología, la transmisión de datos, el sistema audiovisual, etc. El CSG […] integra a Guayana en el medio técnico-tecnológico con una posición estratégica de nivel mundial, tanto más cuanto que en el mundo solo hay una treintena de bases de lanzamiento de satélites” (27), resume un grupo de geógrafos franco-brasileños.
Para los guayaneses la apertura de un centro espacial se traduce en un desequilibrio económico conocido con el nombre de “síndrome holandés”, una de cuyas consecuencias es que se refuerza la dependencia colonial. La expresión designa los efectos desequilibrantes de un nuevo maná financiero (explotación de una nueva fuente de materia prima o en Guayana las enormes inversiones vinculadas al centro espacial). Esta expresión se utilizó inicialmente para describir las consecuencias del descubrimiento en los Países Bajos de un gran yacimiento de gas natural y después se extendió al conjunto de situaciones caracterizadas por una afluencia brusca de nuevos medios financieros. Estos efectos se pueden resumir de la siguiente manera: concentración en el nuevo sector en detrimento de los demás, inflación vinculada al aumento de la renta nacional y de la demanda, dualidad económica entre un sector hipermoderno y sectores atrofiados, yuxtaposición de riqueza y pobreza. Como vemos, el síndrome holandés refuerza todas las características de la dependencia colonial. El centro espacial no está articulado al conjunto de la economía local sino que es un apéndice de una economía exterior.
Por último, el carácter estratégico del centro espacial implica una considerable presencia militar. Oficialmente en Guayana (en Cayenna, Kourou y Saint-Jean-du-Maroni) están estacionados de forma permanente 2.100 militares de los tres ejércitos (28). A esta cifra hay que añadir los efectivos de la gendarmería que en 2017 eran 920 (29). Oficialmente sus objetivos son garantizar la seguridad del centro espacial, vigilar las fronteras con Surinam y Brasil para luchar contra la emigración “clandestina”, luchar contra los buscadores de oro ilegales y contra la pesca ilícita. En la práctica esta presencia militar desempeña una función disuasoria frente a un movimiento social y a un movimiento independentista en progresión constante.
Contrarrestar al movimiento independentista por todos los medios
Como en casi todas las antiguas colonias la aspiración a la autonomía y después a la independencia casi no existía en el momento en el que la colonia cambia de estatus en 1946 para convertirse en departamento francés. Al igual que ocurrió en otros lugares, las aspiraciones que los guyaneses invierten en la departamentalización se verán frustradas rápidamente. Después de décadas de esclavitud, de “engagisme” y de ciudadanía de segunda categoría (30) la departamentalización parecía una promesa de igualdad y el final de la relación colonial, y así era como se vendía. Rápidamente aparece la decepción al constatar la persistencia de la dependencia colonial y la desigualdad económica y social con la metrópoli. Llega la hora de hacer balance en un contexto de efervescencia anticolonial mundial: victoria vietnamita de Dien Bien Phu en 1954, inicio de la lucha armada en Argelia en 1954, Conferencia de Bandung en 1955, etc. Este es el contexto en el que nace la primera organización nacional guayanesa:
“Ahí donde [Aimé] Césaire emplea la palabra resurrección sus lectores leerán las palabras autonomía, independencia y revolución . Es el caso de los estudiantes guayaneses que en 1955 crean en París el Comité Guayanés de Acción Social y Política , que tomará el nombre de Unión del Pueblo Guayanés (UPG, 1955-1965), primer partido nacionalista y autonomista guayanés. Durante diez años el UPG rechaza la política de asimilación y difunde en Guayana las ideas anticolonialistas” (31).
Como se proclama anticolonialista la UPG no reivindica la independencia sino la autonomía. La organización critica duramente la departamentalización y la asimilación, y trabaja para reformar las relaciones con la metrópoli en un sentido igualitario. Inmediatamente surge la oposición sistemática de los gaullistas contra el nuevo movimiento. A pesar de sus profesiones de fe autonomista la UPG es atacada por ser unos “«separatistas», «antifranceses» o «antiblancos»” (32), recuerda el historiador Serge Mam Mam Fouck. El joven movimiento colonial fue rápidamente objeto de la represión colonia en forma de la expulsión fuera de Guayana de sus líderes. Incluso se aprueba una ordenanza específica el 15 de octubre de 1960 que estipula que “los funcionarios del Estado y de los establecimientos públicos del Estado en servicio en los Departamentos de Ultramar cuyo comportamiento altere el orden público pueden ser, a propuesta del prefecto y son otras formalidades, llamados de oficio en la metrópoli por el ministro del que dependen para recibir un nuevo destino” (33).
Así, Serge Patient, Bernard Linglin y Marius Milon fueron alejados de Guayana con esta ordenanza. A estos alejamientos de los líderes se añaden la censura en el diario nacionalista y el despido de militantes con el objetivo de desestabilizarlos. Se crea un clima de presión sobre los militantes que suscita miedo y desetabilización. “Por consiguiente, la ordenanza del 15 de octubre de 1960 afectó directamente a una cantidad muy limitada de militantes autonomistas […] [pero] enfrió muchos ardores, incluidos los de los no funcionarios”, resume el historiador Mam Mam Fouck (34). La organización no sobrevivirá a esta prueba, aunque sembró semillas de concienciación de las que nacerán rápidamente nuevas estructuras más radicales.
El año en que desaparece el UPG también es el de la implantación del Centro Espacial Guayanés, Como describe el historiador David Redon, los efectos que tiene sobre la conciencia nacional guayanesa son paradójicos:
“La implantación del Centro Espacial Guayanés (CSG) en un terreno expropiado de 96.000 hectáreas va a funcionar a la vez como un acelerador y como un aniquilador para el nacionalismo guayanés. Acelerador porque las expropiaciones de las 641 familias de Kourou, Malmanoury y Sinnamary tuvieron unos efectos traumatizantes inmediatos sobre las poblaciones que deben abandonar su modo de vida. El discurso sobre la “guayanidad” se cristaliza en torno a estas expropiaciones y la desaparición de Malmanoury, y da cuerpo a los discursos nacionalistas, autonomistas e independentistas. Por otra parte, el Estado puede ahora afirmar la eficacia de su política asimilacionista con el “progreso” que aporta a las naciones guayanesas el CDG y sus repercusiones económicas” (35).
Como en Guadalupe, muchos militantes nacionalistas se implican en la lucha sindical con la creación en noviembre de 1967 de la Unión de Trabajadores Guayaneses (UTG) que en su congreso fundacional adopta una bandera guayanesa y más tarde, en su tercer congreso en 1973, una moción a favor de la independencia. El discurso ya no es el de la autonomía sino explícitamente el de la independencia. La consolidación de los independentistas en el ámbito sindical (y al mismo tiempo entre la juventud) preocupa mucho al gobierno francés. Muestra de esta inquietud es la decisión tomada en 1973 de instalar en Guayana al Tercer Regimiento Extranjero de Infantería de la Legión Extranjera (3ème REI, por sus siglas en francés).
El Regimiento cuenta con varios centenares de hombres (en 1995 llegará a los 1.000 soldados) y su principal misión es proteger el centro espacial. Ya en 1962 la instalación de un primer contingente de la Legión Extranjera había provocado una manifestación el 14 de junio convocada por el Frente Democrático Guayanés (36) y varias organizaciones sindicales. El prefecto Erignac reacciona por medio de una violenta represión que provoca gran cantidad de personas heridas, detenciones y comparecencias ante los tribunales. “Era la primera vez en la historia política de Guayana que las fuerzas de la gend