Guatemala, una promesa norteamericana para Venezuela

Guatemala, hace 65 años atrás, vivía en la misma zozobra galopante que vive el pueblo venezolano, ante la inminente invasión/destrucción promovida por el gobierno norteamericano.

 

Para junio de 1954, este contrastante país apenas había vivido una década de su promisoria “primavera revolucionaria”, con varios logros significativos en la ampliación de derechos y distribución de bienes y servicios. Pero, los jinetes de la muerte abortaron dicho proceso, con el apoyo servil de la oligarquía de Honduras, y el silencio cómplice de la OEA.

El argumento del gobierno norteamericano fue: “vamos a democratizar y construir el progreso del país preservándolo de la amenaza del comunismo”. ¿Guatemala está mejor que hace 65 años atrás?

En 2019, ante la resistencia estoica demostrada, y la vocación democrática del pueblo venezolano que reeligió en las urnas con más del 67% de votos al actual Presidente Nicolás Maduro, el gobierno norteamericano y los gobiernos serviles del denominado Grupo de Lima preparan una invasión militar contra Venezuela, luego del rosario de derrotas diplomáticas y políticas que les infringió Maduro, tanto en el suelo venezolano, en la OEA y en la ONU.

A diferencia de la “parsimonia” guatemalteca, de hace 65 años atrás, el pueblo venezolano está organizado y dispuesto a repeler militarmente a los invasores. Esto significa que, de ocurrir dicha invasión, Latinoamérica sufrirá una guerra fratricida. Latinoamericanos contra latinoamericanos. Con consecuencias y retrocesos inimaginables en los esfuerzos de la integración y pacificación regional.

 

¿Cómo está Guatemala a 65 años de la intervención militar norteamericana?

 

Al momento de aquella invasión (1954), las familias campesinas y urbanas del país vivían con mediana estabilidad. Los campesinos tenían tierras para cultivar y alimentar al país (producto de la nacionalización de las tierras, abolición de la servidumbre indígena). Había agua limpia disponible. Los servicios básicos de ese entonces era públicos. Las y los trabajadores tenían derechos colectivos e individuales garantizados…

El Estado era medianamente fuerte, con una economía estable, y una sociedad que aspiraba con orgullo a construir la comunidad política imaginada (la nación guatemalteca)

Ahora, el país languidece sin tierras de cultivo para comer, sin fuentes de agua limpia para calmar su sed. Envueltos con ropa usada (en su gran mayoría). Con ciudades convertidas en cementerios de chatarra norteamericana. Comiendo frijol y maíz mexicano con glifosato (producto cancerígeno).

Cerca del 63% de la población guatemalteca subsiste en la pobreza. En el área rural, este porcentaje llega al 80%. Es el país con la mayor cantidad de niños desnutridos del Continente. Con un promedio de 15 a 18 asesinatos violentos diarios.

El país es motivo de vergüenza continental producto, no sólo de la desigualdad social, sino de la corrupción pública putrefacta.

Guatemala tiene el Producto Interno Bruto (PIB) más alto de todos los países de Centroamérica ($ 68 mil millones), pero es uno de los país con el mayor índice de desnutrición del Continente.

Tiene el Estado más débil o fallido del Continente, sin identidad nacional, pero protegido por el gobierno norteamericano porque “sus corruptos” le sirve a sus intereses geoestratégicos.

Es el país donde el soberano es el Embajador norteamericano de turno. Un país convertido en conejillo de indias para los diferentes métodos y estrategias de injerencismo norteamericano en la región. El país con más asesinatos impunes de defensores de derechos humanos, superado sólo por Colombia.

De concretarse e imponerse la intervención militar norteamericana en Venezuela, este digno país, en poco tiempo, será lo que es Guatemala en la actualidad. Y los gobiernos lacayos que se presten a dicha invasión convertirán a sus países en la Honduras actual.

 

 

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