El 15 de febrero de 2011, la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo que “Internet se ha convertido en el espacio público del siglo XXI” y que “las protestas en Egipto e Irán, alimentadas por Facebook, Twitter y YouTube, reflejan el poder de las tecnologías de la comunicación como aceleradoras del cambio político, social y económico”.
También anunció 25 millones de dólares “para apoyar proyectos o herramientas que promuevan la libertad de expresión en línea”, y la apertura de cuentas de Twitter en chino, ruso e hindi, además de las de persa y árabe.
Estas ruidosas declaraciones representaron la culminación de una política contundente de mezclar las redes sociales con la exportación de la democracia “made in USA”. La relación entre el Departamento de Estado de Estados Unidos y Google estaba tan bien tejida que el famoso motor de búsqueda fue descrito como un “arma de la diplomacia estadounidense”.
Según un detallado estudio realizado por el Google Transparency Project [Proyecto de Transparencia de Google], los empleados de Google fueron recibidos 421 veces en la Casa Blanca durante el periodo comprendido entre la toma de posesión de Barack Obama y el 31 de octubre de 2015, es decir, más de una vez a la semana durante los dos mandatos del 44º presidente de los Estados Unidos. Por su parte, el presidente Obama recibió a los directivos de la empresa de Mountain View nada menos que 21 veces.
Estas interacciones eran tan fuertes que el informe afirmaba: “Un estudio detallado de estos registros muestra cómo Google ha entrelazado sus intereses industriales con los del gobierno de Estados Unidos. En muchos asuntos, esta relación es tan íntima que a menudo resulta difícil determinar exactamente dónde se detiene el gobierno federal y cuándo toma la iniciativa Google”.
Pero esta connivencia entre el gobierno estadounidense (principalmente el Departamento de Estado) y los gigantes de la web no es exclusiva de Google.
Así, durante el verano de 2009, esta “colaboración” se puso de manifiesto durante la llamada “Revolución Verde”, es decir, las manifestaciones que tuvieron lugar en las calles de Teherán. La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, dijo que “Twitter es importante para la libertad de expresión iraní”. Pasando de la teoría a la práctica, su departamento intervino directamente ante la dirección de Twitter para aplazar las labores de mantenimiento de su plataforma de microblogging para no obstaculizar las actividades de los ciberactivistas iraníes durante sus manifestaciones contra el gobierno.
Según el New York Times, fue Jared Cohen quien se puso en contacto personalmente con el cofundador y presidente de Twitter, Jack Dorsey, para pedirle que aplazara los trabajos [de mantenimiento]. Jared Cohen no es un desconocido: ex asesor de las secretarias de Estado Condoleezza Rice y Hillary Clinton, director de Google Ideas, era entonces empleado del Departamento de Estado. Aunque la administración estadounidense negó en un principio su evidente implicación con los ciberdisidentes iraníes, terminó por admitirla.
En un intento de acallar la polémica y justificar este inusual comportamiento de una empresa supuestamente privada e independiente de la política del Estado, Biz Stone, uno de los cofundadores de Twitter, comentó el suceso de la siguiente manera:
“En cuanto a la operación de mantenimiento, la hemos pospuesto un par de veces. Habíamos acordado con nuestro socio NTT America que sería el 19 de junio. Recibimos inmediatamente respuestas de los miembros de Twitter diciendo que no podíamos hacerlo debido a los acontecimientos en Irán. Recibimos un requerimiento del gobierno estadounidense, pero en ningún caso una orden o mandato judicial. Esto demuestra que el gobierno reconoce el valor de la herramienta. Pero fue nuestra decisión retrasar la operación de mantenimiento unas horas y reducir su duración”.
¡No es muy convincente, Sr. Stone!
En medio de la “Revolución del Loto”, entre el 27 de enero y el 2 de febrero de 2011, el gobierno egipcio cortó Internet. Una primicia mundial que debía frenar las gigantescas manifestaciones de la plaza Tahrir en El Cairo. La reacción del gobierno estadounidense no se hizo esperar. A través de su portavoz, el presidente Obama dijo que “el gobierno debe respetar los derechos de los egipcios y hacer que las redes sociales e Internet vuelvan a estar en línea”. Hillary Clinton pidió a las autoridades “poner fin a las medidas sin precedentes adoptadas para bloquear las comunicaciones”.
Pero esto no se redujo a simples deseos. Google y Twitter trabajaron juntos para encontrar la manera de que los ciberactivistas egipcios se comunicaran. La solución se encontró en un tiempo récord y se llama Speak2Tweet, un servicio que permitía a cualquiera marcar uno de los tres números de teléfono gratuitos y dejar mensajes. Estos mensajes de voz se transforman de inmediato y se graban en mensajes de Twitter. Así, se podía acceder a ellos por teléfono desde Egipto y por Internet en otros países del mundo.
Google y Twitter acuden al rescate de los ciberactivistas a orillas del Nilo. ¿Qué les parece? ¿Se habrían convertido en la punta de lanza de la democratización en los países objeto de la política estadounidense?
La pregunta que se plantea es la siguiente: ¿cómo pudieron dos empresas privadas estadounidenses, en tan poco tiempo, identificar el problema, reunir equipos de investigadores, encontrar una solución, poner en servicio los números de teléfono, distribuirlos en Egipto y realizar las pruebas necesarias (sin la ayuda de Internet o de los SMS)? Es obvio que los desarrolladores de Google y Twitter tuvieron que trabajar estrechamente con fuertes relevos y colaboradores en Egipto, que no son otros que los jóvenes ciberdisidentes egipcios.
¿Pero cómo fue esto posible?
La exportación de la democracia “made in USA” a los países de la región MENA (Oriente Medio y Norte de África) se construyó sobre una inversión en el activismo de los jóvenes disidentes de los países objetivo. Este activismo tiene como terreno dos espacios distintos: el espacio real y el espacio virtual.
El primero ha recibido el apoyo de organizaciones tan ilustres como la National Endowment for Democracy (NED), la United States Agency for International Development (USAID), Freedom House y las Open Society Foundations (OSF).
El segundo espacio es, obviamente, dominio de los gigantes estadounidenses de la Web. En 2008, casi todos ellos participaron en la creación de una estructura llamada Alliance of Youth Movements (AYM) [Alianza de Movimientos Juveniles] para ayudar a los ciberdisidentes de todo el mundo a dominar el ciberespacio.
En diciembre de 2008, en Nueva York, AYM organizó un evento que dio origen a Movements.org, una organización estadounidense sin fines de lucro (según su página web) que establece claramente su misión: i) identificar ciberactivistas en áreas de interés; ii) conectarlos entre sí, con expertos y con miembros de la sociedad civil; y iii) apoyarlos mediante la formación, el asesoramiento y la provisión de una plataforma para iniciar contactos y desarrollarlos con el tiempo [1].
Hasta la fecha se han celebrado tres cumbres: en Nueva York en 2008, en México en 2009 y en Londres en 2010, y uno de los fundadores de Movements.org no es otro que Jared Cohen, el mismo que se había puesto en contacto con Jack Dorsey para posponer las obras de mantenimiento [de la plataforma].
La lista de participantes en la cumbre de 2008 fue impresionante: Dustin Moskovitz, cofundador de Facebook, Sherif Mansour, director del Programa de Oriente Medio y Norte de África de Freedom House, Megan Smith, de Google (junto con otros dos ejecutivos de la empresa), James Glassman, subsecretario de Estado para Asuntos Públicos (junto con otros ocho ejecutivos del Departamento de Estado), Larry Diamond, codirector del Foro Internacional de Estudios Democráticos de la NED, y Shaarik Zafar, asesor del Departamento de Seguridad Nacional.
También de interés: los miembros de la campaña presidencial en línea del Presidente Obama en 2008, Scott Goodstein, Sam Graham-Felsen y Joe Rospars, estuvieron presentes y compartieron sus experiencias con jóvenes ciberactivistas de 15 países de los cinco continentes [1]. La lista de patrocinantes de este evento es igualmente interesante: Google, YouTube, Facebook y el Departamento de Estado son algunos de ellos [1].
Además de numerosos representantes de Google, YouTube, el Departamento de Estado, Freedom House, el IRI (uno de los cuatro satélites de la NED) y el Banco Mundial, la cumbre de 2009 estuvo marcada por la presencia de Jack Dorsey [1] y una notable intervención de la propia Hillary Clinton.
Esto es lo que escribió Eva Golinger, que en el momento se especializaba en relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, sobre el evento:
“Esta cumbre […] reunió a expertos en nuevas tecnologías y redes sociales, como Facebook, Twitter y YouTube, así como a funcionarios de agencias de Washington especializados en subvertir y desestabilizar gobiernos no comprometidos con la agenda de Washington. El objetivo era formar a estos jóvenes en el uso de las redes sociales para promover la acción política contra su gobierno”.
Jack Dorsey también participó como ponente en la cumbre de 2010 por segundo año consecutivo [1]. Además de todas las organizaciones nombradas en las cumbres anteriores, esta reunión logró atraer el interés de otras organizaciones como el National Democratic Institute (NDI, otro satélite de la NED).
Twitter y su cofundador, Jack Dorsey, son por tanto parte integrante del mecanismo estadounidense de “exportación” de la democracia a los países objetivo de la política exterior de Estados Unidos.
Pero, ¿qué pasa con la democracia estadounidense intramuros? ¿Qué papel ha jugado Twitter en ello?
El 6 de enero de 2021, el Capitolio fue invadido y saqueado por partidarios del presidente Trump. Se manifestaban contra los resultados electorales, que consideraron fraudulentos, en unas elecciones rocambolescas.
¿Y qué iba a hacer el pajarito azul? ¿Iba a ponerse del lado de los manifestantes, como hace en los países extranjeros a los que apunta el Tío Sam? ¿Iba a desempeñar un papel similar al que desempeñó en Irán, en los países árabes o en Ucrania?
Suponer eso es no conocer Twitter. Dos días después, el presidente Trump fue expulsado de su red social favorita. ¡Donald Trump tenía entonces 90 millones de seguidores en Twitter y ya publicaba hasta 200 tuits al día!
¡El mismísimo Presidente de los Estados Unidos, el POTUS en persona, fue silenciado por un pajarito azul! Él y sus 75 millones de votos.
Así, esta vez Twitter no sólo no apoyó a los rebeldes, sino que castigó a quien acusaba de ser su líder. La “Revolución del Capitolio” no se producirá porque lo que se promueve en el exterior es inaceptable en Washington.
De hecho, no hemos visto suspendidas las cuentas de Twitter de Hillary Clinton, Barack Obama o John McCain, a pesar de haber alentado frenéticamente los disturbios en muchos países, especialmente en los de la región de Oriente Medio y el Norte de África.
Otra pregunta es: en términos de política interna, ¿estaría Twitter más cerca de los demócratas?
Esta es la acusación que hizo el senador Ted Cruz cuando la plataforma de microblogging bloqueó los tuits que compartían un informe de The New York Post que incrimina a Hunter Biden, hijo del entonces candidato demócrata Joe Biden.
Y el senador republicano no se anduvo con rodeos:
“Señor Dorsey, ¿quién demonios le ha elegido y le ha dicho lo que los medios de comunicación pueden informar y lo que el pueblo estadounidense puede escuchar? ¿Y por qué se empeñan en comportarse como un super PAC demócrata [Political Action Committee – Comité de Acción Política], silenciando las opiniones contrarias a sus creencias políticas?”
No se trata de defender a los autócratas que han usurpado el poder durante tanto tiempo ni de negar los problemas de corrupción, falta de democracia o flagrante falta de libertad de expresión en los países de la región MENA. Pero la promoción de la democracia en esta parte del mundo (y en otros lugares) por parte de la administración estadounidense no tiene nada que ver con eso. La desastrosa situación de los países de la “primavera árabe” es una clara demostración de ello.
Tampoco es cuestión de defender a ningún presidente de los Estados Unidos porque, de un modo u otro, todos son un peligro para la paz mundial.
Por tanto, está claro que, en el extranjero, Twitter se pone del lado de los manifestantes, mientras que en Estados Unidos se opone frontalmente a ellos.
Así, crear el caos en el extranjero, provocar enormes éxodos humanos y causar la muerte de cientos de miles de personas bajo la bandera de la “democracia” no parece molestar demasiado al querido Sr. Dorsey. Este es el precio de la democracia “made in USA” y de la libertad de expresión, aunque el resultado sea más catastrófico que antes. Pero esto no se puede permitir en Estados Unidos. Amordazar al Presidente de los Estados Unidos no es un ataque a la libertad de expresión, ¡fe de pájaro azul!
Y pensar que Twitter se complace maliciosamente en poner la etiqueta de “medio afiliado a un Estado, Rusia” en Russia Today (RT).
A partir de ahora, Jack Dorsey debería añadir una pequeña precisión bajo el retrato de Larry (nombre del pajarito azul, logo de Twitter): “Medio afiliado a un Estado, Estados Unidos”.
Y, a la espera de que se confirme su filiación partidista, sería interesante saber en qué espalda prefiere posarse el pajarito azul: ¿en la de un burro (demócrata) o en la de un elefante (republicano)?
Referencia
[1] Ahmed Bensaada, Arabesque$ – Enquête sur le rôle des États-Unis dans les révoltes arabes, Ed. Investig’Action, Bruselas (Bélgica), 2015 – Ed. ANEP, Argel (Argelia), 2016
Traducido del francés por América Rodríguez para Investig’Action
Fuente: Blog de Ahmed Bensaada