Tras nueve años de presencia, los ejércitos francés, canadiense y otros europeos, abandonarán Mali. Aunque se suponía que iban a luchar contra el terrorismo, los resultados catastróficos de las intervenciones extranjeras, y su presencia considerada como una ocupación por la población local, están obligando a los occidentales a dar marcha atrás. Entre estos opositores a las intervenciones, se encuentra la activista anti imperialista y ex ministra maliense Aminata Traoré.
El 1 de enero de 2013, 3.000 soldados franceses desembarcaron en Malí para luchar contra el “terrorismo yihadista”, según el presidente socialista François Hollande, quien inició la “Operación Serval”. Desde entonces, la “Operación Barkhane” ha tomado el relevo y ha aumentado la ocupación extranjera. En ese contexto, 250 soldados belgas se preparaban para ir a este país de África Occidental. Pero Occidente, por voz del presidente francés Emmanuel Macron, anunció finalmente la cancelación de esas operaciones militares.
Estas intervenciones han desestabilizado el país y toda la región. Hace unos meses, los militares derrocaron al gobierno local, proclive a Francia. Los militares en el poder se vieron obligados a endurecer su tono ante la presión popular. Expulsaron al embajador francés tras los insultos del gobierno de Emmanuel Macron y obligaron a salir al ejército danés, entre otras cosas. Porque el mensaje que envían las calles malienses es claro: el (neo)colonialismo se acabó.
Si los occidentales, con Francia a la cabeza, tienen que abandonar el país y pretenden ahora asegurarse las minas de uranio del vecino Níger, necesarias para el funcionamiento de las centrales nucleares de ese país, la población local ve con buenos ojos esta salida. Porque es claro que los objetivos de estas intervenciones no son “humanitarios”.
Hace unos días entrevistamos a la activista de izquierda Aminata Traoré, una de las figuras de la resistencia al imperialismo.
¿Cuál es el papel específico de Francia en la situación actual? ¿Qué efectos está teniendo la intervención militar contra el yihadismo?
La intervención francesa es una guerra por delegación, una instrumentalización del terrorismo con objetivos económicos, no una lucha contra el terrorismo yihadista. Esta intervención fue un trampolín para que Francia se reposicionara en sus antiguas colonias.
El punto de partida fue la intervención en Libia de 2011, impulsada por el presidente derechista Nicolas Sarkozy [y realizada bajo la bandera de la OTAN, Nota del editor]. Pero su sucesor socialista François Hollande ha seguido el mismo camino. Dondequiera que vayan, las fuerzas imperialistas no dejan más que caos.
¿Dicen que actúan por humanitarismo? ¿Gente que nos deja morir en el mar, en el desierto, que persigue a los emigrantes diciendo que nos ayuda? Se me caen los brazos.
Pero la intervención contra el yihadismo era necesaria, ¿no?
Si se hubiese tratado de apoyo aéreo para luchar contra los terroristas, sí. Pero no era eso. Si el presidente francés nos hubiese dicho en aquel momento que, nueve años después, las fuerzas armadas francesas seguirían allí, puedo asegurarle que no nos habría gustado (risas). El problema del terrorismo se ha disparado desde la intervención extranjera [según el Centro de Estudios Estratégicos de África – CESA, un think tank estadounidense, los actos terroristas de los yihadistas en el Sahel han aumentado un 70% en 2021, Nota del editor]. Francia quería asegurar los emplazamientos de sus multinacionales, no proteger al pueblo maliense.
¿Qué se puede decir del último golpe de Estado? El régimen no parece impopular…
Francia no está precisamente en contra de los golpes, sino que los organiza ella misma. En 2012, para deshacerse del presidente Amadou Toumani Touré, que se negaba a firmar acuerdos con Sarkozy, Francia apoyó el golpe de Estado que lo expulsó del poder. Seguidamente, el nuevo poder militar nos dice que existe una amenaza yihadista –real, por supuesto, no lo niego– y que, por tanto, necesitamos una fuerza armada extranjera que nos ayude… En definitiva, somos un país atacado.
Lo que hagan aquí no depende de nosotros sino de su propia agenda política. Macron quiere las elecciones aquí porque quiere presentarse como el salvador de Mali ante sus votantes. Pero es sólo una cuestión electoral para él.
Hace unas semanas, un millón de personas se reunieron en Bamako contra las sanciones internacionales tras el golpe de Estado. ¿Le sorprende este movimiento popular?
En absoluto. Aunque en la memoria de los malienses, y de los africanos occidentales en general, pocas veces se ha visto tal deseo de existir, de expresarse, de decir cosas a las fuerzas imperialistas… Tras nueve años de guerra “antiterrorista”, la gente ha decidido resistir.
En Francia se tiende a decir que el pueblo maliense está siendo manipulado por Rusia. Esto es un insulto para nosotros, es racismo: un pueblo africano no es capaz de pensar por sí mismo y, por tanto, cuando se expresa, es porque está siendo manipulado.
Estuve en la manifestación. Me conmovió. Me he sentido interpelada, en un sentido positivo. Los jóvenes venían a intercambiar conmigo. Después de años de activismo en los movimientos antiglobalización, en el Foro Social Africano, etc., sin conseguir ser escuchados, participar en este estallido fue apoteósico. Hoy existe un caldo de cultivo para el surgimiento de una nueva conciencia política para la transformación de nuestro sistema político y económico. Algo se está moviendo.
Mañana voy a recibir a una delegación de ciudadanos senegaleses que quieren venir a ver lo que está pasando aquí…
¿Así que este movimiento va más allá de las fronteras de Malí?
Mucho. Toda África Occidental está en movimiento. Hay concentraciones en Europa, en Estados Unidos, etc.
Siento un fuerte impulso panafricanista [movimiento de solidaridad entre africanos sea cual sea su país, Nota del editor] iniciado en los años 60 en Malí por Modibo Keita, primer presidente de Malí independiente y Léopold Sédar Senghor, primer presidente de Senegal independiente.
Entonces, como ahora, no podemos limitarnos a las fronteras cuando luchamos. Nuestros Estados no son lo suficientemente fuertes como para hacer frente a las fuerzas imperialistas occidentales. Tenemos que unir fuerzas.
¿Son comparables las dinámicas de otros países de la región (Burkina Faso, etc.)?
El fondo es el mismo en cualquier caso: el pueblo quiere su soberanía. Nacional pero también popular. Nos inspira mucho la figura de Thomas Sankara (revolucionario burkinés que presidió el país de 1983 a 1987 antes de ser asesinado por orden de las fuerzas imperialistas y los militares locales). Pero el vínculo más evidente entre los países es que nuestros problemas son comunes ya que tienen la misma raíz: el capitalismo. Nos indican que tenemos una democracia liberal, pero ya no la queremos.
En lo que venimos insistiendo desde hace años es que la política es mucho más amplia que las elecciones. Por no hablar de que estas elecciones están organizadas por fuerzas extranjeras… Hay una infantilización del pueblo africano. Durante décadas se nos ha dicho: “Os organizaremos unas bonitas elecciones, eso es la democracia”. No, eso no es democracia, señores Hollande, Sarkozy o Macron. El pueblo quiere hacer política al margen de las elecciones. Eso es lo que estamos presenciando hoy.
El problema actual es entender el sistema. Durante décadas, nadie se atrevió a hablar de los cambios que se han producido desde la caída del Muro de Berlín: los cambios económicos, los cambios ecológicos. También tenemos que cambiar el paradigma de la cooperación mundial.
Es la primera vez que los jóvenes me llaman para hablar de la propiedad de los recursos naturales, de nuestra economía, etc. Soy una activista tranquila, ¡significa que no hemos estado completamente equivocados durante décadas! (Risas)
¿Qué solución ve usted para salir de esta crisis por lo alto?
Los ciudadanos europeos deberán comprender bien lo que está ocurriendo aquí. Una parte de la opinión pública de su país está atizada por la extrema derecha, y eso sirve a los intereses de la derecha. Puedes leer que “los africanos” no son “ayudables”. Pero hay que explicar que las causas de lo que ocurre aquí son sistémicas. El problema es el neocolonialismo, el neoliberalismo.
Tenemos que acabar con esta dependencia mortal. Para ello, necesitamos la convergencia de las luchas entre los pueblos del Norte, del Sur, del Este y del Oeste. Tenemos que cambiar el sistema y avanzar hacia un nuevo marco social y ecológico, juntos. Afortunadamente los comunistas y el resto de la auténtica izquierda están ahí para calentarnos el corazón. Debemos trabajar con ellos.
Enviar a los militares a este país no beneficia ni al pueblo maliense ni al belga. ¿Qué quiere el pueblo belga? Lo mismo que el pueblo maliense. Vivir decentemente.
He oído que el presupuesto de defensa ha aumentado en su país. Es así en todo Occidente. Bélgica no debe seguir equivocando sus prioridades. Detengamos la guerra, abordemos las causas económicas de nuestros problemas.
Foto de Portada: El 14 de enero, más de un millón de malienses se reunieron en la capital, Bamako, para oponerse a las sanciones internacionales. (Foto AFP)
Traducido del francés por Edgar Rodríguez para Investig’Action
Fuente: Solidaire