Estoy hablando, por supuesto, de Julian Assange, el fundador y editor de WikiLeaks, quien languidece en una prisión de alta seguridad de Londres a la espera de una sentencia que determine si será extraditado a los Estados Unidos para, finalmente, pasar el resto de sus días en una prisión de máxima seguridad, y no volver a saber nada de él.
Julian es un periodista pionero, editor y autor. Como periodista, ha recibido algunos de los más altos premios en este campo; como editor, ideó un ingenioso sistema por medio del cual los denunciantes podían enviar información de forma anónima sobre crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, corrupción y mucho más, que WikiLeaks publicó para que todos pudieran leer y utilizar; como autor, escribió libros, blogs y ensayos que revelan su perspicacia y presencia, sus intereses multidisciplinarios y su humanismo. También es un ardiente luchador por la paz y la justicia que ha sido nominado ocho veces al Premio Nobel de la Paz.
Si un periodista australiano que nunca estuvo bajo la jurisdicción de Estados Unidos puede ser arrastrado fuera de la embajada ecuatoriana en Londres, donde se le había concedido asilo, y encerrado en una prisión británica a la espera de que se decida si será extraditado a Estados Unidos para enfrentarse a los cargos que se le imputan en virtud de la engañosa Ley de Espionaje, entonces ¿puede estar a salvo en cualquier parte del mundo cualquier persona cuyas palabras puedan desagradar al statu quo?
Después de tres audiencias judiciales, el destino de Julian está ahora en manos de la ministra del Interior británica, Priti Patel, quien debe decidir la próxima semana si Julian será extraditado. ¿Su delito? Haber ejercido el verdadero periodismo, al descubrir y publicar pruebas meticulosamente documentadas de crímenes de guerra, corrupción, vigilancia gubernamental ilegal y piratería informática, entre una multitud de delitos.
En el presente caso, los cargos en aplicación de la Ley de Espionaje se refieren a las publicaciones de WikiLeaks de 2010, reunidos en el Diario de Guerra de Afganistán, que contiene más de 90.000 informes precisos y a menudo truculentos de las acciones mortales del ejército estadounidense, y los Registros de la Guerra de Irak, casi 400.000 informes de campo del ejército estadounidense que revelan crímenes de guerra y el verdadero número de civiles asesinados, uno de los cuales es el muy conocido video Asesinato Colateral.
En total, WikiLeaks ha publicado unos 10 millones de documentos y análisis asociados, que también incluyen el Cablegate, el cual consiste en más de 251.000 cables diplomáticos estadounidenses que revelan numerosos escándalos de gran relevancia en todo el mundo, los Archivos de Espionaje, que muestran la industrialización de la vigilancia masiva global, y mucho más.
A pesar de la enorme cantidad y variedad de documentos de WikiLeaks, nunca se ha encontrado nada que sea inexacto. ¿Cuántos escritores, periodistas y editores pueden decir lo mismo, sin ninguna duda, para un conjunto de trabajos de investigación infinitamente menor?
Una nota de ironía mordaz: los autores de los crímenes revelados por WikiLeaks nunca han sido acusados, mientras que la persona que publicó la documentación sobre ellos está luchando por mantenerse a salvo y cuerdo en un aislamiento casi total en la prisión de Belmarsh, la cual es conocida como el “Guantánamo británico”, siendo la referencia el tema de miles de documentos de WikiLeaks que comprenden los Archivos de Guantánamo, los cuales revelan la tortura y el abuso rutinario de los prisioneros detenidos en la Bahía de Guantánamo.
Cada vez son más los grupos y personas en todo el mundo que exigen que se detenga la extradición de Julian y sea puesto en libertad. Desde grupos de periodistas hasta organizaciones de derechos humanos, ganadores y nominados al premio Nobel, decenas de miles de personas han escrito y firmado peticiones a Priti Patel pidiéndole que bloquee el caso.
Aunque no se puede presionar a los jueces para que tomen las decisiones correctas, Patel es una política, y por tanto está sujeta a la aprobación o al repudio de los votantes. Como dijo el editor jefe de WikiLeaks, Kristinn Hrafnnson, a Joe Lauria de Consortium News: “Por primera vez [el caso de Julian] está en manos de un político, y Priti Patel, si quiere pensar en su legado… debería hacer lo correcto”.
Y añadió: “Espero que esto sea algo que se retome en el Gabinete aquí [en Londres]. No olvidemos que Boris Johnson era periodista. Formaba parte de la comunidad de los medios de comunicación y debería entender este caso mejor que muchos otros”.
Dunja Mijatovic, comisionada de derechos humanos del Consejo de Europa, también tiene serias dudas sobre el caso contra Julian, como enumeró en una carta a Patel. Ella dijo: “En mi opinión, la acusación de Estados Unidos contra el Sr. Assange plantea importantes cuestiones sobre la protección de quienes publican información clasificada de interés público, incluida información que expone las violaciones de los derechos humanos. La naturaleza amplia y vaga de las acusaciones contra el Sr. Assange, y de los delitos enumerados en la acusación, son preocupantes, ya que muchos de ellos se refieren a actividades que son el centro del periodismo de investigación en Europa y más allá”.
“En consecuencia, permitir la extradición del Sr. Assange sobre esta base tendría un efecto escalofriante sobre la libertad de los medios de comunicación y podría, en última instancia, obstaculizar a la prensa en el desempeño de su tarea como proveedor de información y vigilante público en las sociedades democráticas”.
Amnistía Internacional expresó una preocupación similar: “Si la ministra del Interior certifica la petición de Estados Unidos de extraditar a Julian Assange, violará la prohibición de la tortura y sentará un precedente alarmante para editores y periodistas de todo el mundo. Si el gobierno del Reino Unido permite que un país extranjero ejerza la jurisdicción penal extraterritorial para procesar a una persona que publica desde el Reino Unido, otros gobiernos podrían utilizar el mismo aparato legal para encarcelar a periodistas y silenciar a la prensa más allá de las fronteras de sus propios países”.
La censura en Estados Unidos alcanza un nivel aterrador, y encarcelar a los periodistas en prisiones de alta seguridad e incluso asesinarlos (un acto que la CIA contempló contra Julian, según un artículo de investigación de Yahoo News, y una práctica habitual en muchos países), es una forma eminentemente eficaz de censura total. La persona asesinada o encarcelada queda silenciada para siempre, y los demás periodistas captan el mensaje.
Pero no es demasiado tarde para hacer todo lo posible por intentar liberar a Julian, cuya vida se ha vuelto aún más precaria en Belmarsh a medida que su salud ha ido empeorando, hasta el punto de haber sufrido un derrame cerebral leve.
Mientras que la voz de Julian ha sido, por ahora, silenciada, la nuestra todavía puede ser escuchada, por lo que todas y todos debemos hablar alto y claro, donde y como podamos, para denunciar el tratamiento ilegal e inhumano del principal defensor de la justicia, la responsabilidad y la libertad de expresión, cuya incesante persecución supone graves consecuencias para todos los que tratan de comunicar y publicar la verdad. Debemos exigir que se retire la extradición y que Julian sea liberado.
Como ha dicho Julian, “estoy intacto, literalmente rodeado de asesinos, pero los días en los que podía leer, hablar y organizarme para defenderme a mí mismo, mis ideales y mi pueblo, han terminado hasta que sea libre. Todos los demás deben ocupar mi lugar”.
Karen Sharpe es la editora de Julian Assange in His Own Words, OR Books 2021, que ha sido traducido al francés (Julian Assange parle, Investig’Action), y al español (Julian Assange habla, El Viejo Topo).
Imagen de portada: Fragmento del Retrato mural de Julian Assange en el museo de arte contemporáneo conocido como Demeure du Chaos/Abode of Chaos (Creative Commons). Foto: Thierry Ehrmann/Flickr.
Traducido por Edgar Rodríguez para Investig’Action
Fuente: Counterpunch