En este segundo fragmento del libro «Drones, la muerte por control remoto«, editado por la editorial Akal y de próxima aparición en las librerías argentinas, su autor, Roberto Montoya, revela la complicidad de la NSA en los ataques letales con drones, y la polémica provocada en EE.UU. tras revelarse que cuatro de las víctimas mortales eran estadounidenses.
La NSA facilita datos para las operaciones con drones
El máximo colaborador con que contó el ex espía Edward Snowden para hacer conocer al mundo los programas de espionaje masivo de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) estadounidense, ha sido desde el primer momento Glenn Greenwald. Fue él, radicado por cuestiones de seguridad en Brasil, quien pudo publicar en distintos medios de comunicación de influencia internacional numerosos artículos basados en los valiosos documentos secretos filtrados. Al estrenar el sitio web The Intercept, Greenwald publicó junto a otro experto en temas de seguridad, Jeremy Scahill, un extenso informe sobre la colaboración de la NSA con el programa de ejecuciones extrajudiciales con drones de la Administración Obama, un aspecto hasta ese momento desconocido.
En ese trabajo se explica cómo la NSA ayuda con un programa llamado Geo Cell tanto a la CIA como al JSOC, el Comando Conjunto de Operaciones Especiales, a través de la interceptación de llamadas telefónicas y localización exacta de teléfonos móviles. La información surgió del análisis de los miles de documentos entregados por Snowden a Gleen Greenwald y fue confirmada también por el ex piloto de drones Brandon Bryant, cuyo testimonio está recogido en capítulos anteriores.
La NSA “geolocaliza” la tarjeta SIM del teléfono móvil del sujeto buscado, lo que permite a la CIA y la JSOC aportar a los drones las coordenadas necesarias para poder lanzar contra él un ataque con drones, sea de día o de noche. Primero entra en operaciones el drone que sobrevuela la zona en círculos para precisar al máximo la localización del objetivo. Habitualmente se adosa al drone un dispositivo que actúa como una suerte de torre repetidora de señal de móviles, a la cual se conecta sin saberlo el móvil del individuo cuando éste quiere llamar o recibe una llamada. El drone afina con sus sensores la ubicación, con un margen de error de unos diez metros de distancia. Una vez que cuenta con todos esos datos, el piloto de drones, desde miles de kilómetros de distancia, le da al avión no tripulado orden de disparar sus misiles.
En la terminología utilizada por las unidades dedicadas a las ejecuciones de personas con drones se usan tres palabras claves en cada operación: “Find”, el proceso de búsqueda de la señal emitida por un router, una red wi fi o una tarjeta SIM; “Fix”, que es el momento, a veces muy corto, en que se precisa el objetivo, se ultiman los detalles del ataque, y “Finish”, cuando se lanzan los misiles y se completa la acción, Bryant, el ex piloto de drones que trabajó a las órdenes del JSOC desde una base en EE.UU., explicaba que muchas veces hay hasta 16 tarjetas SIM asociadas a una identidad en los registros con los que cuentan, por lo que no hay total certeza de quién es la persona que tiene en su poder el móvil en el momento en el que se lanza el ataque.
En muchas ocasiones el móvil es prestado a un hijo, a la esposa o a cualquier otro familiar, que resultan así asesinados por error. “Algunos líderes talibán, conociendo el método de seguimiento que hace la NSA, tienen por costumbre distribuir tarjetas SIM entre sus hombres para desorieentar a sus perseguidores y eludir el seguimiento”, sostienen Greenwald y Scahill en su artículo. “Cuando asisten a una reunión, dejan sus tarjetas SIM fuera, en un bolso, en cualquier lado, y cada uno agarra una tarjeta SIM cualquiera cuando se van”, según el ex piloto de drones.
“Esa es una de las formas con las cuales ellos nos confunden.” El piloto que con su ‘Joystick’ dispara un misil contra quien porta el teléfono móvil con la tarjeta SIM rastreada confía en que sea el individuo que busca eliminar, pero no puede tener certeza de ello, y, menos aún, saber la identidad de las personas que están cerca de él y que también serán alcanzadas por el impacto.
“No vamos contra una persona en realidad, sino detrás de un teléfono, con la esperanza de que la persona del otro lado del misil sea uno de los malos”, dice el ex piloto. Entre los sofisticados planes de la NSA para tener más precisión sobre quién tiene consigo el teléfono móvil que se está rastreando, se ensaya con grabar las voces de las comunicaciones interceptadas, pero los expertos dicen que la valoración de tonos de voz, de acentos, en dialectos a veces poco conocidos por los traductores, en conversaciones no demasiado claras, pueden dar lugar a graves errores humanos, a matar a un familiar, un conocido, a cualquier persona inocente. (…)
El libro:
Drones, la muerte por control remoto
Roberto Montoya Editorial Akal,
Colección A Fondo, Madrid 2014
Fuente: sur.infonews.com/notas/drones-los-sicarios-roboticos-del-presidente-barack-obama